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El caso “Macarena Olona” me ha recordado una frase que, fuera cierta o no, se usó mucho hace tiempo a modo despectivo respecto de determinada formación política por parte de disidentes y círculos políticos afines. Hablamos de la formación, que, sea dicho de paso, mejor opción representó entre parecidos, en el panorama político de aquel entonces.

    Viene al caso, y así lo entiendo, que hoy podemos reproducirla con total exactitud a tenor del protagonismo que tres mujeres ocupan en el espacio político español, tan necesitado más que de reconversión, de conversión. Que no es lo mismo.

    Hablamos de tres emponderadas (Isabel Díaz Ayuso, Cayetana Álvarez de Toledo y Macarena Olona), mayormente por varones, que llegan al punto de distorsionar el mundo político en el que han crecido, algunas casi desde su más tierna adolescencia como es el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

    ¿Llegan a comprender estas tres féminas que han sido promocionadas por sus respectivas formaciones, que están dónde están gracias al partido del que       forman o han formado parte? O ¿acaso creen que han surgido de la nada, se han pagado su promoción y que nada más verlas sus electores las han considerado sus redentoristas?  La cuestión tiene pelendengues. 

    Aferrada a lo segundo y endiosada en su propia persona, a la sin par Macarena, y eso que dice querer mucho a España, no le ha importado crear una brecha en la que fue su formación, a la que suponemos que llegó de forma voluntaria. Y mucho menos le ha importado rebajar las expectativas de voto para VOX, a la que algunos comienzan a ver como a todas las demás formaciones, un partido de disputas personales y llamadas a arrebato.

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    Flaco favor le hacen estas señoras a las formaciones de las que viven, a no ser que las utilicen de pasarela y promoción para vender libros. Por cierto, libros que leen muy poco.  

Autor

Pablo Gasco de la Rocha