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Genuinos desafíos para la especie humana, hoy: el transhumanismo, el discurso transgénero y la digitalización. Transfeminismo, transgénero, transespecie. Xenofeminismo (cyborg), pues. Transgresión, transfiguración, transición, transformación. Tránsito: primero se transgrede la inequívoca frontera sexual, después la de la propia especie sapiens sapiens. Feminismo, género y transporquerías antihumanas varias, machihembradas.
Rosalía, pistas, autopistas
El postrer truño dizque musical de Rosalía, pistas. Autopistas, mejor. Mariposas, alas, MK Ultra (Proyecto Monarch), diablos. Extremas fusiones y dementes mestizajes, combinaciones y recombinaciones: reguetón, bachata, trap, samba, flamenco, rumba, bulería, bolero. Y mezclando plurales técnicas de producción: drums, filtros, voz a capela, chops, desaforado minimalismo, collage. Y desde luego, en lontananza, Filip Custic, creador del universo visual de El mal querer, el anterior detritus de Rosalía (tan penoso como el primero, Los ángeles), «celebrando» la diversidad y el transhumanismo.
El mismo título: fusión de opuestos: Mato (fuerte) y Mami (frágil). Idiomas, ídem. Ontológicamente hablando, primero difuminación de lo binario, posteriormente, “superación”. Ejemplos a vuela teclado: lo hentai (porno manga y anime) con lo más aniñado kawaii. E inexcusable, Rosalía tan querida en crías: elevadísimo contenido sexual con metáforas como «te quiero ride (montar) como a mi bike (moto)», «yo la batí hasta que se montó» o «enamora’ de tu pistola, roja amapola»; por no olvidar el más explícito: «Segundo chingarte, lo primero Dios». El Sex Siren como la reinvención de la utopía, deviniendo palmaria distopía. Por cierto, a saber en qué Dios cree la deplorable y charnega dizque rapsoda, aquella que literalmente despedazó el Me quedo contigo de Los Chungitos.
Nadie nace en un cuerpo equivocado
Culmen, el último título del repugnante álbum, Saoko, inintelible/perfectamente inteligible basura: yo me transformo. Me contradigo, yo me transformo. Makeup de drag queen, yo me transformo.
Transformación, pues, recordemos: más de un millón de órganos sexuales sanos se tiran a la basura cada año en todo el mundo, y son extirpados de cuerpos cada vez más jóvenes. Testículos, úteros, tetas: en pos de una presunta felicidad. Los niños son trasladados artificiosamente a un “paraíso” de hipersexualización y medicalización. Y el número de quienes se arrepienten, por las nubes. Y no hay cambio de sexo, obvio: solo hormonas y cirugía, porque, evidentemente, nadie viene a este mundo tan cruel en un cuerpo equivocado. Vidas arruinadas, en definitiva, transhumanizándose…
…Y, por supuesto, el docu pionero: El doctor Money, el niño sin pene, el crío que fue trasformado en niña: el horror.
Y, desde luego, tan compatible con lo antedicho, a degüello a quien humille u hostigue a cualquier trans. En fin.
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