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Hasta dónde yo sé, la responsabilidad en toda junta de gobierno es colegiada. Esto es, todos responden por acción u omisión. Pues bien, esto no es lo que creen Oreja y Fernández que después de un largo recorrido político en la dirección y como ministros de un partido abortista (Partido Popular), ahora resulta que abjuran de su responsabilidad y se presentan como adalides de lo que antes no defendieron. Es lo de siempre, pasa el tiempo, se jubilan, y donde se dijo digo, ahora se dice Diego.

    Ni siquiera tienen la decencia de hacer mutis por el foro porque su egocentrismo es desmedido.

    Hablamos de comportamientos indecentes, Hace apenas una semana, Jorge Fernández Díaz reivindicaba a santo Tomás Moro (“Moro: mártir de su conciencia, patrono de los políticos”, La Razón, 22-6-2022) por anteponer su conciencia al deseo del monarca Enrique VIII de Inglaterra de que aceptara su divorcio y apoyara la fundación de la Iglesia Anglicana. Que es lo que él no hizo. Por su parte, el domingo 26, Jaime Mayor Oreja se la “colaba” a 35.000 personas reunidas en Colón.

    El pueblo soberano debe empezar a entender que estos comportamientos deben ser censurados y quienes los protagonizan tendría que ser arrojados de la escena que hoy pretenden ocupar por haber alcanzado el éxito con métodos y estilos distintos. Lo que hemos dicho otras veces, el problema de España son los españoles.

   En consecuencia, el político católico tiene que reflexionar sobre las consecuencias de sus actos y acuerdos, ver si convienen o no a toda la comunidad y si reducen al mínimo el sufrimiento general, creando una vida de calidad.

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    “¡Haced propósitos! No tantas palabras, ¡hechos!”, dice san Felipe Neri.  

Autor

Pablo Gasco de la Rocha