
La vía Etnea cruza Catania de Norte a Sur. Es una calle limpia, bien asfaltada, con amplias aceras y poco tráfico. Contiene varias librerías y, si la seguimos hasta el final, nos conduce directamente hasta la Piazza del Duomo. Paseando por ella, antes de llegar a la catedral hay mucho que ver. A la altura de la vía Cappuccini, las ruinas del anfiteatro romano y, detrás de éste, la imponente Iglesia de San Biagio. Un poco más arriba, en la misma vía Cappuccini, la escondida Chiesa di Sant’Agata al Carcere y, muy cerca, en la vía Maddalena, la chiesa de Sant’Agata la Vetere, donde puede contemplarse el lienzo titulado La Virgen de los Niños, obra del ilustre pintor catanés Giuseppe Sciuti. Este gran artista es autor también de los frescos que embellecen los techos de la Iglesia de Santa María Elemosina1, o del sipari o gran telón del Teatro Massimo “Bellini”2 de Catania, que alberga, por cierto, en su zaguán, un busto de bronce en su memoria.
Hacia el Sur, la via Maddalena desemboca en la via Clementi, y, caminando por ella hacia el oeste, nos topamos enseguida con el antiguo Monasterio benedictino de San Nicolò L’Arena, sede actual del “Departamento de Ciencias Humanas” de la Universidad de Catania. Un impresionante edificio barroco –el más grande monasterio de Europa tras el de El Escorial y el de Mafra (cerca de Lisboa)– que sorprende por sus dimensiones, la luz que lo inunda, sus bellos claustros y la paz y silencio que reinan en él, a pesar de ser un centro universitario. Descendiendo por la majestuosa escalera imperial, salimos de nuevo al exterior, donde, arrullados por el agradable susurro de un viento suave, a la sombra de unos frondosos Ficus Benjamina, nos detenemos a escrutar mil y un detalles de la fachada.
Reanudamos la marcha hacia la cercana via dei Crociferi y, mientras consultamos el plano, un señor mayor nos interpela desde la otra acera: –“Posso fare qualcosa per voi?” Amabilísimo, nos cuenta que está jubilado y nos presenta a su sorella (hermana), que nos saluda desde un balcón cercano. Señala la muy próxima via Gesuiti y en menos de un minuto nos hallamos ante la Chiesa di San Giuliano. Subimos a la azotea y más allá del campanario, divisando, desde lo más alto, una inmejorable panorámica de la ciudad: A un lado, el Etna, cubierto por pesadas nubes que parecieran descansar sobre su ladera, como humo saliendo de su cráter. Al otro, el mar. Desde nuestra privilegiada ubicación se avista la catedral, el puerto, las torres-campanario de la Iglesia de la Santísima Trinidad3, las cúpulas y linternas de San Michele Arcangelo4; de la Iglesia de la Abadía de Santa Ágata5 y del Monasterio Benedictino6, y a nuestros pies, en la misma via dei Crociferi, las colosales fachadas de las iglesias de San Francesco Borgia y San Benedetto.
Suspendida la actividad litúrgica por los preparativos de la Pascua, ambas iglesias permanecen cerradas, pero, como sucede a menudo en Semana Santa, muchos templos abren en el ocaso. Y así, tras visitar el Castillo Ursino y el Palazzo Biscari, la noche del Jueves Santo, 17 de abril, tenemos la inmensa fortuna de ver por dentro la hermosa Iglesia de San Benito. Ríos de gente se acercan a rezar a la capilla del Santo, cuidadosamente engalanada; los chiquillos, vestidos para la ocasión, corretean por las naves laterales y los mayores saludan a viejos amigos y conocidos, todos allí reunidos. Una piccolissima bambina de apenas tres años suelta alegres y sonoras risotadas, a pesar de los intentos del abuelo y del padre por que guarde silencio. Éste, con la tez colorada del fumador hipertenso, la reprende sin levantar la voz, y lo pasa mal, embarazado por la inconsciente ruidosidad de la niña. El abuelo, enjuto y menudo, la conduce entre los bancos, señalándole aquí y allá, intentando que, con el juego, se distraiga y se canse. Mas, como suele suceder, finalmente, a los adultos no les queda sino rendirse, resignados a las efusivas y borboritantes muestras de felicidad de aquel simpático y diminuto torbellino. Testigos de la secuencia íntegra, sin poder evitar una sonrisa, observamos detenidamente los excelentes frescos de Giovanni Tuccari7.
Porfiando en que la suerte nos fuese propicia una vez más, nos dirigimos hacia la catedral, y, efectivamente, de nuevo, nuestras esperanzas se ven colmadas. Cientos de feligreses aguardan para rogar a Santa Ágata. Una luz cálida y tenue envuelve a los fieles en torno a la capilla dispuesta al efecto, en el centro de una de las naves laterales. Muy cerca, distinguimos la tumba del compositor Vincenzo Bellini8 y del arzobispo Emilio Ferrais9, ambas de admirable factura.
A la salida, nos fijamos en las estatuas que adornan la llamada floretta (jardines) y la balaustrada de piedra que rodea el templo: La Fe, el beato dominico Bernardo Scammacca, Santiago el Mayor, San Everio, Santa Rosalía, Santa Lucía, San Atanasio y León III10. Piezas, todas ellas, de gran belleza, ejecutadas con indudable maestría.
La noche se cierra y es hora descansar. Paseando de vuelta a nuestro hotel, rememoramos las imágenes imborrables de una intensa y emocionante jornada.
Santiago Prieto Pérez 28-04-2025
1 Destacable, asimismo, por la fachada barroca diseñada por Stefano Ittar (1724-1790). Muy cerca de esta iglesia, Ittar proyectó el Piano di San Filippo (hoy piazza Giuseppe Manzini).
2 Titulado “Triunfo del pueblo de Catania sobre los libios” (1883). Sciuti, que se formó en su juventud con el escenógrafo Giuseppe Destefani y con el célebre pintor Giuseppe Rapisardi, también realizó el telón del Teatro Massimo de Palermo, representando la “Salida de Ruggero I del Palacio Real para la coronación” (1896).
3 Reconstruida en el siglo XVIII por los arquitectos Francesco Battaglia (1701-1788) y Stefano Ittar, tras el devastador terremoto de 1693.
4 Reconstruida en el siglo XVIII por Francesco Battaglia.
5 Proyectada por el arquitecto siciliano Giovanni Battista Vaccarini (1702-1768), responsable de numerosas reconstrucciones tras los estragos producidos por el terremoto de 1693. Autor, igualmente, de la fachada de la catedral, así como del elefante con el obelisco sobre el lomo (a semejanza del de Bernini en Roma) situado en la misma piazza del Duomo.
6 Reconstruida en el siglo XVIII por el arquitecto Stefano Ittar. Ittar reconstruyó también la cúpula de la catedral de Noto.
7 Pintor nacido en 1667 y fallecido en 1743. Responsable, así mismo, del Bautismo de Cristo sito en la catedral de Santa Ágata.
8 Obra del genovés Giovanni Battista Tassara (1841-1916). El Monumento a Bellini (1882) en la Piazza Stesicoro, enfrente del anfiteatro romano, al otro lado de la via Etnea, es obra de Giulio Monteverde, conocido en España por ser el autor del ángel que guarda el panteón de los marqueses de la Gándara (1883), en el Cementerio de San Isidro.
9 Realizada entre 1940 y 1942 por el escultor catanés Pietro Pappalardo (1898-1985). Inspirada, probablemente, en la Tumba de Inocencio VIII, de Antonio del Pollaiuolo (1493-1497), sita en la Basílica de San Pedro.
10 Santiago el Mayor (1896) es obra de Lorenzo Grasso; San Everio (1896), de Salvatore Grimaldi (1845-1922); La Fe, Santa Rosalía y Santa Lucía están firmados por G. Nicoli. Desconocemos la autoría de las estatuas del beato Bernardo, León III y San Atanasio.
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