01/03/2025 05:14

¿Derechos Humanos?

Creo que has tocado tierra y has visto la zarza de Moisés. Dime una sola nación del mundo que aplique ese rosario de derechos y que no sean una pura entelequia retórica. Trump no es el infierno. Tampoco el cielo. Está ahí como una nueva y poderosa ilusión a nivel mundial.

No seas ingenuo.

El odio (o el amor) te nubla el juicio y no es positivo para analizar. Lo tuyo son libelos y no razonamientos.

El triunfo de Trump está produciendo una cadena de sismos que impactarán en todos los gobiernos europeos. Su enviado, Vance, se ha adelantado con su memorable discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich el 14 de febrero de 2025: el problema no lo encontrarás en el exterior sino en el interior de Europa. Ese discurso lo tiene todo. Apunta al pecador y señada sus pecados… pero nadie se da por aludido. No hay redención posible.

El negocio de la guerra de Ucrania ha terminado. La reconstrucción, el nuevo negocio, se lo han auto adjudicado los anglosajones. Las oligarquías europeas persisten y se quedarán, después de quedar profundamente descolocados, con la amenaza fantasma de una guerra contra Rusia. Es lo único que le han dejado. Y ahí se pudrirán. Es la estrategia concertada y conjunta para hacer frente el síncope de su destino universal.

Lo importante es esta continuidad enervante: aquí no habrá rebelión de ninguna especie mientras se tenga algo sustancial, material, que perder aunque sea una mísera subvención otorgada por el mismo poder cuestionado. A eso queda reducido, actualmente, el denominado “estado del bienestar”.

Alemania: se sostiene en una sola pata (después de concentrarse en una única alternativa política la reelección de los mismos gobernantes frente a la otra, la ‘alternativa por Alemania’) puesto que ha apostado de nuevo todo su destino al pasado. Ha abortado toda vía ‘real’ de alternancia política. No se asume por entero el fracaso del modelo analógico tanto como se repudia las nuevas perspectivas digitales. En vez de una muerte súbita se ha apostado por la agonía lenta.

Y con Alemania, todos los restantes gobiernos han hundido los medios materiales y espirituales europeos. La industrialización imposible y sus consecuencias, en cualquier caso, es cronológicamente muy anterior a esta situación de desplome estructural. Nadie puede luchar contra su sombra.

Realmente, frente a Estados Unidos, Europa nunca ha dejado de ser analógica, industrial, ilustrada, racional… y ha vivido, con desesperación, la disfunción de un modelo de producción que ya se ha agotado. Lo peor no es el fracaso si no carecer de otro modelo que no sea consumirse hasta el final. Y ser consciente de esa carencia.

Es el escenario de una Europa obsesionada por una guerra imaginaria. No le queda otra cosa. Por eso la guerra se proyecta como una fórmula de compromiso para congeniar una población excesiva y requirente y su exterminio con la emergencia de la nueva industrial bélica. Puestos de trabajo en la fábrica y en el frente, todo se reduce a esa fórmula.

Europa se ha negado a ser digital (sus oligarquías siguen fundadas en la riqueza material, en los principios de las fuerzas mecánicas y en la operativa de las energías obsoletas) e insiste y apuesta por seguir siendo analógica: la negatividad bélica para enfrentarse con el fantasma ruso cuando ya no cuenta para nada. Es el último estertor antes de la muerte. ¿Cruzaremos esa frontera imaginaria?

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¿Cómo obtendrán las élites políticas la aceptación de las poblaciones del desplazamiento de los gastos sociales (y su renuncia parcial) hacia el gasto de defensa total si, en verdad, no existe una amenaza rusa?

Si se percatan y analizan con profundidad destemplada, superado el universo de los modelos masivos, el problema ‘político’ de los europeos por excelencia sigue siendo el mismo y permanente desde principios de este siglo: ¿ qué hacemos con la carga de las poblaciones nacionales inanes, tan enormes, que aun condicionan las tensiones de la producción, que desvían los proyectos de investigación tecnológicos, las decisiones estratégicas de los políticos y que impiden implementar los nuevos modelos digitales de existencia?

Tenemos, seguramente, dos fórmulas que actúan como contrarios aparentes pero que operan imbricadas en el seno de un mismo escenario convulso: las que buscan acabar con el problema por la vía de los hechos consumados. Y los que, renuentes, prefieren la dosificación, la tendencia ralentizada, la caída en paracaídas.

La victoria de Trump. De ese suceso hemos de deducir varios hechos de los que el más significativo sería este: la política europea está completamente determinada por el Estado federal de EE.UU. (las dependencias financieras, económicas y militares de Europa son más que evidentes por no hablar de las financieras, de las comerciales, de las tecnológicas…).

Pero si con Biden/Harris Europa fue sodomizada por la energía, con Trump lo será por el comercio (y sus empresas manufactureras, las que quedan) y su sometimiento a la lógica armamentística y al sometimiento militar estratégico de los dirigentes norteamericanos.

Europa, habiendo entrado en fase de síncope agudo, queda sola y abandona con sus complejos intelectuales, sus solipsismos escolásticos, su racionalismo laico, sus regulaciones sistemáticas y su pasmo woke. En eso se traduce el inmenso desprecio hacia su población.

En España, como siempre, el delirio.

El individuo español es uno de los más delirantes y brillantes ignorantes de esta Europa corrupta y carcomida (él va tan feliz mientras lo despojan de su indumentaria hasta que llega el invierno).

Piensa que Trump es lo peor que le ha podido caer del cielo cuando lo peor está por venir, es decir, cuando llegue la guerra imaginaria contra Rusia promovida por esas élites políticas y que han proyectado al unísono. Hará exhibición de su magnífica ignorancia y con esa típica cara de gilipollas, de no entender nada, acepta lo que estar por venir…

En efecto, este sujeto sometimiento al estado de opinión generalizado que lo subyuga, pienso, se debe a algo distinto que está más allá de sus entendimientos, de sus capacidades de comprensión: el nuevo esclavo o siervo, da igual la nomenclatura, que piensa ser libre. Es el producto eficaz y perfecto, genial, de una completa ilusión vital que replica y se reduplica en el escenario de su propia existencia.

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Cuando le requieres para que te aclare qué entiende por ‘ser libre’ no sabe. Se limita a dar circunloquios vacíos y acude a ejemplos vacuos. Al final, después de eliminar toda la morralla, te das cuentas que ser libre no es más que ‘hacer lo que quiera’. Lo que nos lleva a pensar cómo es posible que, haciendo lo que su voluntad le inspira (ser libre), siga amargado y crítico con la política, con su pareja, con su trabajo, con sus ataduras de ambiente, con sus perplejidades, su ausencia de finalidades, su agnosticismo, con su inmenso malestar… ¡mis circunstancias -clama- me pueden!.

Ser libre, si es alguna cosa, es no estar determinado no pensar que los actos y pensamientos dependen de uno mismo.

No, no es libre sino para pensar que es libre. La libertad, pues, se reduce a un pensamiento (y no se lo quites). Pero ese pensamiento (ser libre) no le permite serlo en la existencia material. Por lo que no es otra cosa que un mecanismo de defensa frente a una inmensa frustración sin límite que justifica todas sus servidumbres, todos sus malestares, sus sometimientos. ¡Al menos soy libre! Que es la forma, sibilina, de no serlo.

Pero la libertad no es más que un concepto vacío. Antes se remitía a la libertad política llegando a la perogrullada de pensar que podía elegir a sus gobernantes (es la ilusión política de la ilustración). Pero nadie, absolutamente nadie, elige a sus gobernantes como tampoco a sus pesadillas. Es el expolio mental que provoca el determinismo más absoluto y absurdo.

Ahora, desde hace unas décadas atrás, se ha expandido por todos los ámbitos y eso de la libertad ya no es ni siquiera un ideario al que aspirar sino una exigencia impertinente de imponer la voluntad y el pensamiento y exigir su cumplimiento (la esencial de lo woke). Pero ¿qué hacemos con aquella inmensa parte de la población que no quiere ‘ser libre’, qué hacemos con su renuencia a ‘ser libre’? Entre el 0 y el 1 está el infinito digital.

Cuando toda perspectiva metafísica de la libertad ha desaparecido en un universo determinado, seguir pensando en la libertad abstracta (de pensar, de decidir, de ser, etcétera) no es más que reforzar la ilusión fantástica de un delirio por el cual, el individuo convertido en ectoplasma, segrega en su cerebro vencido una dosis de dopamina inmensa a las puertas de su muerte inminente.

¿No va a reaccionar antes de morir? No. En absoluto. Entonces ¡pongámosle una inyección de morfina así se agitará menos!

Autor

Jose Sierra Pama
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