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En la caída de Abdulhamid II, en la revolución de 1908, y formando parte de los Jóvenes Turcos, nos encontramos una extraña organización que se ha convertido en parte de la mitología del secretismo oriental. Se trata de los Dönmeh. De hecho, hoy en día en Turquía todavía hay como un respeto temeroso a este nombre, pues popularmente se cree que están infiltrados en todos los niveles de la sociedad. El caso es que esta secta tiene su origen en judíos sefarditas que fueron expulsados de España entre los siglos XVI y XVII. La palabra “Dönmeh” se refiere a los judíos conversos al Islam. Más estrictamente, la traducción sería “poco fiables conversos” (también es la palabra turca que se usa para un travestido, o alguien que afirma ser alguien que no es).
La secta fue fundada en el siglo XVII por el rabino Sabbatai Zevi, un cabalista que proclamaba que él era el Mesías. Tuvo infinidad de seguidores hasta que fue obligado a convertirse al Islam por el sultán Mehmet IV. Aunque muchos le abandonaron, tuvo sus seguidores más incondicionales con los que fundó los Dönmeh. Crearon un islamismo híbrido entre la Cábala judía y creencias sufíes para finalmente defender el secularismo en la Turquía post-otomana. La secta ha pervivido hasta nuestros días y sus miembros siempre han tenido en Turquía una posición de poder, prestigio social, militar y económico. La mencionada caída de Abdulhamid II, dicen algunos, se debe a que el sultán se negó a reunirse en 1901 con el líder sionista Theodore Herzl en Constantinopla. El sionismo pretendía que el imperio otomano, que se extendía hasta Egipto, aceptara por una inmensa cantidad de dinero que Jerusalén pasara a estar controlada por los judíos. La negativa del sultán habría provocado la su caída por la conspiración orquestada por los Dönmeh.
Ataturk rodeado de miembros de la secta de los Dönmeh
Las cifras reales de los Dönmeh, en tiempos de la nueva república, varían según autores: entre 150.000 y 1,5 millón de turcos. Este dato ya nos delata la dificultad de sopesar su poder. Pero el caso es que sí hay constancia de su influencia en las esferas de poder. Algunos les achacan que Constantinopla (nombre de origen cristiano) pasara a llamarse Estambul. A ellos también se atribuye la “secularización” de la república Turquía que abandonó el alfabeto árabe (siendo sustituido por el occidental) y obligó a que los turcos abandonaran sus nombres musulmanes y árabes. Tevfik Rustu Arak, un conocido Dönmeh, era amigo y consejero de Ataturk y llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores de Turquía entre 1925 y 1938.
El famoso rabino y sionista Joachim Prinz, en su libro Los Judíos Secretos (1973), sostiene que Ataturk y su ministro de Finanzas Djavid Bey, eran ambos comprometidos Dönmeh. Aunque la historiografía turca siempre ha negado estos orígenes, el caso es que Ataturk asistió a la escuela básica Semsi Effendi en Salónica, dirigida por un Dönmeh llamado Simon Zevi. Marc David Baer, prestigioso historiador y autor de “The Donme: Jewish Converts, Muslims Revolutionaries and Secular Turks”, anotaba que muchos miembros de esta secta alcanzaron altos cargos en las congregaciones sufíes. Mehmet Talat, miembro de los Jóvenes Turcos, originario de Salónica donde los Dönmeh eran un poder fáctico, fue el funcionario responsable del genocidio de los armenios y sirios.
Mujeres armenias crucificadas. Foto del Archivo Vaticano
Un mercenario venezolano que sirvió en el ejército otomano, Rafael de Nogales Méndez, notó en sus memorias que Talat era conocido como el “hebreo renegado de Salónica”. Historiadores como Ahmed Refik, el que fuera un oficial de Inteligencia en el ejército otomano, afirmaba que el objetivo de los Jóvenes Turcos era destruir a los armenios porque eran cristianos. De facto, los Jóvenes Turcos, bajo la dirección de Ataturk, también expulsaron a los cristianos griegos de las ciudades turcas e intentaron cometer un genocidio a escala más pequeña de los sirios cristianos.
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