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El primer Borbón, Felipe V, llegó a España tras una guerra entre españoles, otra, por la herencia de la Corona al morir el Rey sin descendencia. Aunque a la Historia pasó como Guerra de Sucesión y duró desde 1701 a 1715… y fue civil porque las Castillas, Galicia, Asturias, Andalucía, lucharon en un bando y Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, en el otro. ¡Qué curioso!: Madrid, capital de una España y Barcelona, de la otra España.

La dinastía se inauguró con Felipe V, tras él llegó Luis I que solo reinó 11 meses y es conocido como «el breve». Le sustituyó su hermano Fernando VI y tras él Carlos III, que renunció a la corona de Nápoles por venir a España, le sucedió su hijo Carlos IV, tras él Fernando VII y por fin una mujer, Isabel II a quien sucedió su hijo Alfonso XII, a éste Alfonso XIII y tras una corta república y una larga dictadura llegó Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII y su bisnieto, Felipe VI. El cierredigital.com va a dedicar a cada uno de ellos un extenso reportaje para contar quienes eran. Comenzamos con Felipe V.

Felipe V, duque de Anjou

La dinastía borbónica en España comenzó a gestarse el 1 de noviembre del año 1700 cuando muere Carlos II, el «Hechizado», el último de los Austrias, sin dejar heredero y con un testamento cambiado a última hora, con una España enfrentada y dividida. Aquel pobre hombre que, según sus biógrafos, nació y se crió «raquítico, enfermizo, epiléptico, pálido, esmirriado, enclenque, feo, malformado y poco favorecido»… y murió, según los forenses que hicieron la autopsia a su cadáver, «sin una gota de sangre en su cuerpo, con un corazón del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, putrefactos y gangrenados, un solo testículo y negro como el carbón y la cabeza llena de agua», lo que dio lugar a que siempre fuese dominado por su madre (Mariana de Austria) o sus esposas (María Luisa de Orleans primero y luego Mariana de Neoburgo) y, sin embargo, aguantó y pudo mantener lo que quedaba del Imperio, al menos hasta que las potencias europeas (sobre todo Austria, Francia, Inglaterra, los Países Bajos) fijaron sus ojos en la herencia, dado que el «Hechizado» moría sin descendencia, porque entonces pactaron repartirse el Reino de las Españas y sus inmensos dominios.

Carlos II.

Fue un verdadero «Juego de Tronos» que al final les llevó a la guerra, aquella Guerra de Sucesión que duraría 14 largos años, ya que austriacos, franceses, ingleses, portugueses, holandeses cayeron como buitres a la caza de la herencia… (para ti, las Españas y las Indias; para mí los Países Bajos y la Lorena; para el Delfín, Nápoles, Sicilia y la Toscana).

Sin embargo, Luis XIV, el Rey «Sol», de Francia, la Monarquía más fuerte de Europa en aquellos momentos, rompió la baraja de los Pactos y sin consenso proclamó Rey de España a su nieto el Duque de Anjou, el segundo hijo del Delfín, en un acto celebrado en Versalles el día 16 de noviembre de 1700, para que reinase como Felipe V  («Señores, he aquí al Rey de España»…»Felipe, pórtate bien en España, que ahora es tu primer deber, pero recuerda siempre que naciste francés y para mantener la unión entre nuestras dos naciones, será esta la manera de hacerlas felices y preservar la Paz de Europa») y, naturalmente, las otras potencias no estuvieron de acuerdo y se unieron contra Francia, tras proclamar como Rey de España al Archiduque de Austria.

Y los españoles se dividieron: La Corona de Castilla, con León, Asturias, Galicia, Guipúzcoa, se puso de inmediato al lado del francés y el 22 de febrero de 1701 lo coronaron como Rey en Madrid. Por contra, la Corona de Aragón, con Valencia, Cataluña, Baleares, apoyó enseguida al Archiduque y hasta lo proclamaron Rey, como Carlos III, en Lisboa. O sea, una verdadera Guerra Civil, la primera que habían de sufrir los españoles en las centurias siguientes.

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Pero, antes de seguir los vaivenes de aquella guerra y las peripecias políticas del nuevo Rey, creo conveniente dedicarle tres palabras a la Casa de Borbón y sus orígenes, tan lejanos de la España imperial. ¿Quiénes eran los Borbones? ¿De dónde procedían?. Aunque hay sus dudas en un principio fueron una rama menor de los Capetos, que surgen en torno al castillo familiar de Bourbón-Archambault, en la Auvernia francesa, y su fundador fue el conde Robert de Clermont-Ferrán. Aunque no fue reconocida y engrandecida hasta el Reinado de Luis XIV (1643-1715) y después de haber dado ya a Francia varios reyes (Enrique IV y Luis XIII).

El hecho es que con aquel primer Borbón la España imperial fue hundiéndose y que los españoles fueron perdiendo todos los principios morales, éticos y hasta religiosos, ya que el duque de Anjou sólo tenía, tuvo, una preocupación y una ambición: Mantener sobre sus sienes la Corona y evitar que el «austriaco» le arrebatase el poder.

Felipe V de España.

Además, al terminar la guerra, se mostró vengativo con los vencidos y a los catalanes y aragoneses les impuso los «Decretos de Nueva Planta» siguiendo el modelo jurídico, político y administrativo castellano, mientras al País Vasco y Navarra les mantuvo sus fueros por haberse puesto de su parte en la Guerra por la Corona española.

Pero, como aquí no se trata de hacer un balance de lo que fue su Reinado paso página y me voy a su final  (aunque recuerde que en su haber hay que anotar el Palacio de la Granja, la reconstrucción del Palacio de Oriente, la reforma y ampliación del Palacio de Aranjuez y las Reales Academias de la Lengua y de la Historia)… ¿Cómo fue el final de aquel primer Bórbón que asumió la Corona de España?

En realidad, tuvo dos finales. Uno primero cuando en 1724 abdicó en su hijo mayor, el que reinó como Luis I, y volvió por la prematura muerte de éste y otro en 1746, cuando tuvo que ser apartado del cetro real y encerrado por su demencia senil (demencia que arrastraba desde sus años mozos con amplias etapas de melancolías y depresiones).

                           Luis I el Breve, murió con 17 años.

Gracioso fue todo lo que pasó con su primera abdicación de 1724 y la posterior  recuperación del Trono. Según los biógrafos, aunque entre ellos no hay acuerdo, Felipe renunció a la Corona ante una prematura muerte de Luis XV y la posibilidad de ser el nuevo Rey de Francia, que era su verdadero sueño.

La otra versión es que abdicó por su estado casi demencial y sus terribles depresiones y desprecio por cuánto y cuántos le rodeaban (salvo, eso sí, de su esposa, la Reina Isabel de Farnesio). El hecho es que abdicó y cedió la Corona a su hijo mayor, Luis, que tenía 17 años. Pero, éste, murió a los pocos meses y sin descendencia y otra vez España se quedaba sin Rey… y entonces se planteó una polémica entre los nobles, ya que una vez más aparecieron las Españas.

Unos defendían que el padre no podía volver a ser Rey después de haber abdicado y otros que la Corona le correspondía, en el orden sucesorio, a su hermano Fernando, por ser el segundo hijo… y a punto estuvo de volver la Guerra Civil, pues los partidarios de uno,(el padre), y del otro (el hermano) no estaban dispuestos a ceder y ya disponían sus cañones en orden de combate.

Pero, allí estaba, en su retiro de La Granja acompañando a su casi incapacitado marido Isabel de Farnesio, la Reina y «madrastra», y ambiciosa como era levantó la espada y de un sablazo acabó con los escarceos de los nobles, y proclamó a Felipe como Rey de España. Corría el mes de agosto de 1724 y sólo había permanecido «abdicado» 229 días.

Y volvió para reinar otros 22 años. Increíble, pero histórico. Fueron los años de los Pactos de Familia y las guerras contra Inglaterra. La recuperación de Nápoles, Sicilia y La Toscana que fueron adjudicados al tercer hijo, al que acabaría reinando en España como Carlos lll, que era fruto de su segundo matrimonio, ya que el segundo, Fernando, había sido designado Príncipe de Asturias. Pero esencialmente fueron los años del «reinado» de la Reina Isabel, porque el «pobre» Felipe pasaba los días deprimido y como desaparecido.

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No es de extrañar, pues, que tras su muerte, acaecida el 9 de julio de 1746, los Nobles que vivieron más cercanos, los médicos y los historiadores escribiese comentarios como estos: “El despacho le aburría, no sabía divertirse y al final de su vida este aburrimiento le llevaría a sumirse en una inercia total, preso de una profunda melancolía patológica. Solo la guerra lo sacó por breves momentos de su apatía congénita, lo que le valió el sobrenombre de «animoso». Toda su vida estuvo dominado por sus familiares. Pronto aparecieron caricaturas alusivas. Una de ellas lo muestra guiado por el cardenal Portocarrero y el embajador de Francia, duque de Harcourt, con esta inscripción: «Anda, niño, anda porque el cardenal lo manda»”  (Janine Fayard).

O en palabras de Pedro Voltes: “El príncipe Fernando fue admitido alguna que otra vez a la presencia de su padre, que se había recluido en El Pardo. Allí pudo captar con sus propios ojos los tragicómicos desatinos del soberano: se había empeñado en llevar siempre una camisa usada antes por la reina, porque temía que le envenenasen con una camisa; otras veces prescindía de esa prenda y andaba desnudo ante extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba desaforadamente, alguna vez pegó a la reina, con la cual se peleaba a voces y repitió tanto sus intentos de escaparse que fue preciso poner guardias en su puerta para evitarlo. Peor aún: En cierto momento en que pudo disponer de papel y pluma, compuso rápidamente una carta de abdicación y la mandó al presidente del Consejo de Castilla, supremo órgano de gobierno, para que reuniera a los consejeros y los enterase de que cedía la corona, al príncipe Fernando, su heredero. El presidente, arzobispo de Valencia, era adicto a la reina y entretuvo la carta hasta informar a ésta. Isabel Farnesio se espantó y encolerizó y mandó reforzar la vigilancia sobre su esposo”.

Así llegaba al trono de España Fernando VI en 1746, tercer hijo de Felipe V, tras la muerte de Luis y de Felipe Pedro e hijo de la primera esposa de Felipe V, María Luisa Gabriela de Saboya. Pero esa es otra historia.

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.