21/11/2024 15:00
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¿Qué es ser capitalista? Carlos Marx perteneció a la clase media acomodada, su padre era abogado. Él se casó con una aristócrata adinerada. Cuando se trasladó a Londres en 1849, tuvo una situación económica difícil durante unos cinco años, entre otras cosas porque tampoco buscó ningún empleo, salvo escribir algunos artículos para el New York Daily Tribune. En ese periodo vivió de préstamos y de algún apoyo de Engels. No obstante, a partir de 1856, gracias a las herencias de su esposa y suyas tuvo una vida de burgués acomodado. Después, a partir de 1869, Engels le dio una asignación anual más que suficiente para seguir viviendo con holgura. Engels también perteneció toda su vida a una familia acomodada, siendo además propietario de un negocio de su padre junto con otros socios. ¿Fueron Marx y Engels capitalistas? Si tener una situación económica burguesa no es ser capitalista y si tampoco lo es el ser propietario de medios de producción, cabe decir que Marx y Engels no fueron capitalistas. Por tanto, tampoco cabe tildar a nadie de capitalista por el mero hecho de que tenga un salario acomodado, ni porque tenga medios de producción o acciones en empresas. Esta es la situación de la inmensa mayoría de ciudadanos europeos.

Dicho esto ¿a quién cabe tildar de capitalista? Lo más apropiado es aplicar este término a todo aquel que considera que el capitalismo es el sistema económico más útil para crear riqueza. Pero, ¿qué es el capitalismo? ¿Es correcto calificar al capitalismo como régimen cruel y malvado? No, en absoluto. La demagogia de la izquierda es opresiva y dominante. Se apoya en la mentira marxista y en el famoso libro El Capital de Marx y Engels. Critica y pone en la picota al capitalismo porque hacerlo suena muy bien pero no define qué es el capitalismo. Tan sólo reitera que es malísimo. Sin embargo, la realidad es que el capitalismo es simplemente un sistema económico que afirma la necesidad de tres instrumentos fundamentales: el mercado, la iniciativa y la propiedad. El mercado porque la oferta y la demanda permiten establecer los precios. Sin ellos los productores carecen de indicadores para saber qué productos deben producir para obtener una ganancia y a la vez satisfacer al consumidor. La iniciativa privada porque es imprescindible para crear nuevos productos y servicios y para diseñar y hacer más eficientes los procesos para producirlos. La propiedad privada porque toda iniciativa conlleva un riesgo y es necesario tener propiedad para avalar las inversiones que se van a a hacer o los préstamos que se van a pedir. En suma, el sistema capitalista es imprescindible para que los ciudadanos podamos disponer de bienes y servicios y crear mejores medios de vida. En él coexisten desde el autónomo individual, hasta la pequeña, mediana y gran empresa, desde el pequeño bar hasta la gran cadena hotelera, etc.

Sin embargo, el marxismo sigue erre que erre, pretendiendo eliminar la propiedad privada de los medios de producción, los cuales incluyen tanto el local donde se ha instalado el bar como la máquina de hacer café porque ambos son medios de producción. El absurdo de los marxistas es tal que no quieren mirar a la China comunista en la que existe la propiedad privada pequeña, media y grande. Y no solo eso, sino que desde 1978, China fue invitando al capital extranjero, al “terrible y despiadado capitalismo internacional”, a instalarse en su suelo para, según parece, explotar al pueblo chino. En suma, cabe decir que China comunista es actualmente la manifestación del grado máximo de la herejía ideológica, si se la mira con los ojos de los comunistas.

¿Qué ha hecho China ante esa dificultad? Se ha reído de ella. “No importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones” dijo Deng Xiaoping y, al parecer, el capitalismo los caza. China ha tirado El Capital de Marx a la basura. Desde mediados de los noventa hablaba abiertamente de la “economía socialista de mercado”, lo cual encierra en sí mismo una gran contradicción. En efecto, el socialismo se caracteriza por la eliminación de la propiedad privada y de la iniciativa privada y también del mercado porque, según el marxismo, los precios de venta ya se conocen en la empresa, antes de llevar los productos al mercado, lo cual es una gran mentira. Es evidente que el marxismo y el comunismo ¡desconocían que existen las rebajas! Es innegable que el valor de toda mercancía o servicio se establece por la oferta y la demanda. No hay precios justos sino solo precios de mercado. Otra cosa bien distinta es que haya que intentar que nadie viva en la pobreza, sino que todos tengamos una actividad apropiada que genere unos ingresos razonables.

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En suma, amable lector, el capitalismo es el sistema que hace funcionar la economía eficientemente. Cosa bien distinta es que las diferentes naciones capitalistas, que son todas las del mundo excepto los regímenes comunistas de Corea del Norte, Cuba, Venezuela, etc, tengan cada una sus peculiaridades. Los sistemas de pensiones pueden ser públicos, privados o una combinación de ambos. Igual ocurre con la sanidad, puede haber una sanidad pública integral que asume y realiza todos los tratamientos o una sanidad pública básica a partir de la cual los extras se realizan en el sector privado, bien mediante pago directo o mediante seguros privados. Asimismo, los sistemas para paliar las situaciones de desempleo pueden ser diferentes, como la mochila austríaca o el español. Dentro del marco capitalista es donde caben la izquierda y la derecha. Hay que reiterar, con contundencia, que el capitalismo no es en absoluto sinónimo de injusticia social sino de eficiencia, creatividad y mejora continua de procesos. La izquierda socialista marxista ha desaparecido en la mayor parte de Europa, con la excepción de España donde aún el PSOE no se atreve a calificar al marxismo de ideología criminal, a pesar de las evidencias de que los regímenes comunistas han sido y siguen siendo mucho peores que el criminal régimen nazi.

Por tanto, volviendo a la pregunta inicial ¿eres tú capitalista? la respuesta racional y objetiva es inequívoca. Borremos la demagogia y la mentira de nuestra cultura política y construyamos de verdad la convivencia democrática. Ese es nuestro reto.

Autor

Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado.