Ocurra lo que ocurra, ten siempre a Ítaca en tu mente, pero disfruta a lo grande del viaje. Por Luys Coleto

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Retorno al hogar, primigenio y principal y primordial desideratum. Volver con Laertes, aquel que te engendró. O con Telémaco, al que engendraste. O con Penélope, con la cual lo engendraste.

Como Ulises

Ítaca, siempre, transitando todo, pero regresando a puerto seguro después de cualquier y atroz Troya. Memento Casandra. Sin desencadenarse. O sí. El camino, tan memorable como la meta. La senda, ennobleciendo el agotador derrotero. Kavafis lo bordó. Ítaca “no tiene ya nada que darte”, cercioraba el trovador nacido en Alejandría, por eso es mejor arribar ahí asaz añejo, habiendo gozado aventuras y experiencias y circunstancias. Ítaca, con su propio e insobornable ritmo. Ley y su transgresión: ceñido prontuario de la peripecia de Odiseo.

Cíclopes, lestrigones y la saña del “colérico” dios Poseidón no florecerán en tu ronda si mantienes un “pensamiento elevado”, aseveraba el prodigioso bardo aqueo pero nacido en la egipcia Alejandría. El vate cual peregrino nos recuerda que en muchas sazones son nuestros propios y hadales demonios los que obstaculizan la inextricable ruta para alcanzar lo que deseamos, de ahí la importancia de transformarlos en venerables cofrades. Y una vez alcanzado lo que anhelábamos, inaudita y teresiana paradoja, acres y densos lacrimales, más por haberlo obtenido que por no haberlo hecho…

… Y lo dicho, estimado lector de El Correo de España, recuerda que lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, ingrávidos y sutiles y gentiles, y no dejes de tener “siempre a Ítaca en tu mente, llegar allí es tu destino, mas no apresures nunca el viaje». Y fortuna. Y mejor periplo. En fin.

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