Todos los martes se reúne, en el que fuera palacio residencia de los jefes de Estado extranjeros hasta 1977, el consejo de ministros presidido por el gran timonel español que, según dicen los expertos en psicología, define a todo un psicópata de manual.
El gran líder internacional, como así lo definió una de sus conspicuas ministras, se sienta al frente de un batallón ministerial al que impone férreamente una opinión y actuación sincronizada. Este batallón ministerial tiene una avanzadilla que actúa hábilmente como ariete en el palacio de las antiguamente llamadas Cortes españolas hoy conocida por sede parlamentaria. Su presidente, es otra más del gobierno.
Este macro consejo de ministros está formado fundamentalmente por gente de aluvión y varios de ellos sin misiones claras y concretas, son autenticas cargas públicas prescindibles la mayoría pero ya se sabe, hay que pagar favores. Gran parte de los componentes de este nefasto gobierno son desechos de tienta procedentes de fiascos o fracasos en gobiernos autonómicos, provinciales o municipales. Un denominador común de gran parte de ellos es su escasa preparación profesional y que han hecho de la política su modus vivendi. Así se explica claramente la veneración y servilismo a su jefe supremo cuando aparece en público. Siguiendo los modos y maneras que impone el gran tirano norcoreano, la ministra de Hacienda dirige y orquesta los fervorosos aplausos y emotivos vítores al inmortal presidente del gobierno. Solo falta uniformar a los ministros y ministras. De estas últimas se encargarán al unísono Marisú Montero y Yolanda Díaz.
Entre los innumerables ministros que se sientan cada martes para asentir respetuosamente al gran timonel español hay dos que no puedo decir que hayan hecho de la política su modus vivendi. Son el de Asuntos Exteriores y el de “asuntos interiores”. El primero diplomático de carrera y el de Interior, juez. No obstante, ambos han estado y están, con sus continuas y vergonzosas actuaciones, a la altura de los ministros más indeseables.
El ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares, conocido no ya solo entre sus sufridos subordinados sino también internacionalmente como Napoleonchu, en su corta trayectoria política no deja de acumular desaciertos, vergüenzas y situaciones delirantes. Últimamente, este machaca del presidente une a sus inadmisibles actuaciones la mentira defecto que obviamente le ha inoculado Pedro Sánchez.
El ministerio que ocupa Napoleonchu es un ministerio con mayúsculas, una cartera con repercusión internacional y no hay duda que a Albares le viene grande a pesar que siempre que comparece ante los medios adopta un actitud engolada y en la que parece levitar.
El señor Albares ha conseguido grandes hazañas exteriores con sus actuaciones retirando, según él, todos los vestigios franquistas de las embajadas; descolgando una foto del general Gómez – Jordana de la Escuela Diplomática de la que fue fundador y obligando a la embajadora española en Argentina a regresar de inmediato a España tras unas declaraciones, más que justificadas del presidente Milei, sobre la situación procesal de Begoña Gómez.
Sin embargo, la imitación mala del gran corso, el sucedáneo del mismo, ahora se dedica también a mentir en sus negociaciones sobre Gibraltar en Gran Bretaña y a defender a un tirano vestido de chándal de nombre Nicolás Maduro.
Recientemente, el Parlamento Europeo también ha reconocido la victoria de Edmundo González en las últimas elecciones en Venezuela pero él lo niega, lo omite y se limita a decir que el antiguo chófer de autobús es un presidente elegido democráticamente y que para dictador, Franco. Es más, culpa al líder de la oposición del cisma venezolano.
Este cínico ministro omite que al ganador de las elecciones se le chantajeó en territorio español a modo de las horcas caudinas – la Embajada española en Caracas es España – y tuvo que firmar unas capitulaciones so pena de ser pasado por las armas. Los esbirros representantes de Maduro en el chantaje no fueron unos sicarios cualquiera ni mucho menos. Los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge son respectivamente vicepresidente de Venezuela y presidente de la Asamblea nacional. Quizá otro Rodríguez, muy conocido en España, estaba en la sombra.
Aunque el mentiroso Albares lo niegue o no quiera reconocer es obvio que el gobierno español ha consentido que una indecente como Delcy Rodríguez, que tiene prohibido el circular por territorios de la Unión Europea, una vez más en terreno español haya campado a sus anchas. En su día en Barajas paseando decenas de maletas con un contenido enigmático con el beneplácito de Marlasca y Ábalos y pocos días atrás con el permiso de Napoleonchu y del embajador Ramón Santos que los recibió en su casa, la embajada española, con un atuendo a modo ibicenco y los obsequió con whisky gran reserva y chocolate.
Napoleonchu, a pesar de las declaraciones de Edmundo González que atestiguan el hecho y las fotos que lo ilustran, mantiene que el gobierno español no tiene nada que ver en el asunto.
No sé si después de las confusas declaraciones de Napoleonchu, esta persona con cara de puntillo escolar, es tonta o se lo hace. De lo que no hay duda es que es un mentiroso compulsivo y en otra época en España hubiera sido cesado fulminantemente pero en la actualidad, con este gobierno, mentir es un mérito y si no que se lo digan a su compañero de asuntos interiores Marlasca y a su jefe de filas el gran timonel que se siente muy orgulloso de tener en su consejo de ministros a inútiles, incapaces y mentirosos.
Este personajillo es el que representa a todos los españoles en asuntos internacionales. ¡A qué altura nos deja!
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Nunca en España ha habido un ministro de exteriores tan pusilánime y sectario como este