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La utilidad de la Monarquía ha quedado superada por los hechos, y hoy de lo que se trata es de ver nuestra forma de Estado sin artificios, sin cuyo relato, que es la parte imaginada, especulada y elucubrada, no tiene ningún sentido de razón sostenerla.

Felipe VI comenzó entronizándose con una ceremonia sin sentido en una Monarquía católica. Ante el levantamiento de Cataluña lo que dijo, sin levantar mucho la voz y muy educadamente, es que había que respetar la Constitución. Cuando más arreciaba la pandemia del Covid estuvo ausente hasta que se desataron todas las críticas y comenzó a tele-trabajar desde Zarzuela, al unísono con la esposa. Y ahora, ante la ofensiva del Moro, ha sido incapaz de ir a Ceuta como Rey y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. ¿Qué más hay que consentirle? Decididamente esta forma de Estado es un fiasco de proporciones mayúsculas.

Pero como las monarquías tienen herederos naturales, respecto a su recambió, la niña Leonor, decir primeramente que está sobreexpuesta en un continuo decadente, propio de otros tiempos, un producto viral que se está quemando. Quemando, porque todos sabemos que nunca llegará a reinar, siendo que debería rebajarse la tensión sobre esta adolescente. No siendo de recibo que nos la presenten sin apenas diferencias con esos personajes de nuestros cuentos infantiles de los años cincuenta del siglo pasado, que nos narraban la vida de príncipes y princesas que desde su más tierna edad tenían un altísimo sentido de sus deberes, comportándose como valedores de los reinos sobre los que algún día reinarían. ¿Qué le tiene que decir a España la adolescente Leonor? Pues seamos claros, absolutamente nada.

Felipe VI ha sido un accidente en nuestras vidas, y sobre esto deberíamos reflexionar muy seriamente. Ahora bien, si un accidente se repite, de lo que tendríamos que hablar es de una maldición. Por eso no vale considerar determinantes nuestros dos fracasos anteriores. El primero auspiciado por verdaderos trastornados a los que las bayonetas pusieron en su sitio. Y el segundo, por una cuadrilla de masones que nos llevaron a la guerra civil, acaudillados por un reprimido homosexual.

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De lo que se trata es de ser civilizados y sostener con razones, más allá de especulaciones teóricas, que el Jefe del Estado deber ejercer esa jefatura decidiendo y mandando, y no pautado por un poder inferior. Que es el contrasentido de nuestra forma de Estado. Un lastre que hace de Felipe de Borbón y Grecia, Felipe VI, un auténtico inútil al que mantenemos a cuerpo de Rey.    

¡Con todas las de la Ley, sin prejuicios ni miedos, hacia una República presidencialista al servicio de la Unidad, Grandeza y Libertad de España!

Autor

Pablo Gasco de la Rocha