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Un policía es un perro que obedece las órdenes de su amo. Nada más.  A veces, el chuchales sale algo más sádico de la cuenta.  Los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad que deben regir cualquier acción policial son sistémica y sistemáticamente violados en España. Por cualquier madera. Nacional, regional, municipal o, de corte marcial. Los picolos, of course. Desde hace décadas. Pero el estado de excepción (o sitio) al que denominaron de alarma, barra libre. Militarización de los maderos, policialización de los militronchos.

España, parapolicialización

La única novedad ofrecida con respecto al añejo ayer, vueltas de tuercas. Más y más giros de tornillo utilizando falsos pretextos sanitarios. La fiera y feroz acción represiva bajo la falaz excusa de proteger nuestra salud. Y súbitos, otros putos madelman, los deplorables seguratas, la parapolicialización apostada en nuestra patria.

Descerebrados y crueles simios, en la inmensa mayoría de los casos, poseen hoy carácter de agentes de la autoridad. Tócate los pies. Con mando único o sin él. Ahora, transferencia de hijoputismo: los reglados pasan su poder a gorilones y balconazis, antaño conciudadanos, incluso amigos. Hogaño soplones del campo de concentración, perfecto cóctel entre los Kameradschaftspolizei, turbadores Kapos y los mamporreros de la Vecheká.

Qué te calles, hijo de la gran puta

Arbitrarias y humillantes bofetadas, incesantes insultos, qué te calles, hijo de la gran puta, gente tirada de su moto o bici, patadas en la cabeza, palizas en plena calle, porrazos, tú te callas, zorra, siempre mandando callar, porra eléctrica sin duda, el majetón taser. Todo salvajismo para recordar quién manda. No deviene asunto anecdótico, está sucediendo- nunca dejó de pasar- monótona y perennemente. Al otorgar a semejante chusma poder tan desaforado e ilimitado, omnímodo casi, la gente desarmada. Ahora la emprenden contra la  basca que siempre nos negaremos a llevar bozal. Pues nada caterva uniformada, lo mismito que me salté continuamente el secuestro domiciliario, os aguardo. Ya evité a la madera de Carapolla, espero seguir sorteándoos. ¿Y que el fisco me expolie para pagar tal cuadrilla de torturadores? Manda cojones.

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Eso sí, también aguardo a que surja un policía decente que denuncie el actual Estado Policial. Tal vez existan los milagros. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.