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Mucho antes del destape de la transición, la Segunda República tuvo su propio tiempo de libertad y despelote y desmadre, que dirían después las mismas que más tarde se colocarían mantilla para rezar por sus pecados, pero que en 1931 atestaban los teatros buscando, tal vez, en otros cuerpos lo que no encontraban en los suyos. Y allí les esperaba Tina de Jarque  (a la sazón amante del boxeador Paulino Uzkudun y, de paso, acostándose con Juan March, el banquero de Franco) resultando ser la primera en despelotarse en la gran pantalla por aquellos años, pionera del desnudo integral en legendarios teatros valencianos  como el Shangai, el Alcázar o el Bataclán.

Año 1936, año 1975

Tina, en el 36 dijo que sí, al anarquista Armand Guerra para rodar una película con la actriz francesa Marlèn Grey. En Carne de fieras, la actriz gabacha bailaba desnuda en una jaula con cuatro leones sin más látigo que un tanga extremadamente exiguo. La citada Tina de Jarque componía espléndidamente el papel de una adúltera en un filme que mostraba uno de los primeros desnudos del cine español. El rodaje comenzó dos días antes del 18 de julio, lo que ya debían haber entendido como primera advertencia. Una España de fieras, pues, en ambos bandos.

La trastienda, película de  1975, película ambientada en plenos sanfermines que narraba un triángulo amoroso en el que una jovencísima María José Cantudo, posteriormente instituida oficialmente como la reina del destape, era el convulso objeto del deseo del protagonista.  Cantudo realizó varias escenas de desnudo, una singularmente indeleble en la que su amante la bajaba el vestido en plena calle mostrando sus turgentes tetas, y la más insurrecta, la que próxima al finisterre de la cinta la mostraba en el reflejo de un espejo jalando una manzana, cual blasfema Eva rediviva, y mostrando todo su cuerpo desnudo, incluido el feraz despliegue de vello púbico. Y perturbadora espalda, aproximándose al mejor dorso femenino de la historia del cine: Kim Novak.

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Reciente hornada corporal

De la postrera hornada, cada cual guarda sus preferencias. Tan en pelotas como sus respectivas madres las trajeron al mundo, pechos y sonrisas verticales floreadas se despliegan. Por ejemplo, Jamón Jamón, Bigas Luna, 1992, brutal trauma para muchos espectadores noventeros, para los cuales el jamón y la tortilla de patatas jamás volvieron a saber igual. O una belleza sin igual, Ana de Armas, en Mentiras y Gordas. De Armas, insuperable sabrosura cubana, además de excelente actriz (Por un puñado de besos, Blade Runner 2049), importada a España por el gran Manuel Gutiérrez Aragón (para Una rosa de Francia) fue una de sus exhibiciones más recordadas.

O la canaria Kira Miró en la magnífica Crimen Ferpecto, del casi siempre genial Álex de Iglesia. El  voraz e insaciable gesto de Kira (por cierto, excelente junto a Unax Ugalde en la magnífica La estrategia del pequinés) mientras cabalga frenéticamente a un Guillermo Toledo – exacto, nuestro querido Willy, juas – más excitado por mercantiles porcentajes que por plurales y multifacéticas y heteroclitorizadas derivas sicalípticas.  Nunca una sección de muebles y decoración de unos grandes almacenes ha resultado tan fiera y sanamente voluptuosa.

Leonor Watling en otra del erotómano Bigas Luna, la excepcional y homérica historia de amor Son de mar. Allí la actriz y cantante de Marlango mostró lo dúctiles que podían ser sus músculos en el contexto adecuado, certeramente adiestrados sobre la entrepierna de Jordi Mollá. O, Médem, la fallida Habitación en Roma, entre saludablemente intimista y gozosamente lésbica, observamos, por momentos aburridos, la verdad, las evoluciones carnales de Elena Anaya y Natasha Yarovenko, aquella nínfula ucraniana.

O María Valverde, tan modosita que parecía en Dos metros sobre el cielo, le bastó con mudarse a la nación transalpina para dar lo mejor de sí misma en la coproducción hispano-italiana, Melissa P, de Luca Guadagnino. Los espectadores aprendieron latín. Francés o griego, lo mismo da. O la en su día MILF, Ana Belén, Pasión Turca mediante. Georges Corraface, galán y chulazo, ejerciendo como iniciador en orientales arcanos amatorios. O Amaia Salamanca, la chica de Sin tetas no hay paraíso. En la primera parte de Fuga de Cerebros, enseñando con fruición y profusión las citadas glándulas mamarias. Y mucho más.

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Paz Vega, insuperable e insuperada

Y para quien estas líneas garabatea, la mejor: Paz Vega en Lucía y el sexo, otra de Médem. La mejor obra, sin duda, del muy irregular director donostiarra. Paz ganando por arrasadora goleada a Najwa Nimri Urrutikoetxea y la citada Elena Anaya Gutiérrez. Trío de hembras compitiendo por un hombre, Tristán Ulloa.

Y el momento cumbre, Formentera siempre en el recuerdo. «Yo tengo lo que tú quieres», canta Mala Rodríguez. Y la actriz sevillana demuestra saberse muy bien tanto el tema como el espíritu del tema. Por más que el momento nos transporte a un aciago desenlace, este striptease ha quedado como un momento inolvidable: Paz, tú marcaste cada minuto, cada segundo. Pechos, difícilmente olvidables. El mejor desnudo del cine español. Sin duda. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.