13/05/2024 23:55
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LOS CAPÍTULOS DE LA SERIE SON:

  1. Primera etapa. Málaga.
  2. Segunda etapa. Galicia.
  3. Tercera etapa. Barcelona.
  • 4. París: etapa AZUL.
  • 5.París: etapa ROSA.
  1. Las señoritas y el Cubismo
  • 1. El comunista Picasso
  • 2. Autor dramático y poeta.
  1. Las curiosidades del genio.
  • 1. «Así fueron mis mujeres».
  1. Toros y Toreros.
  • 1. La guitarra, compañera inseparable.
  • 2..  El «Guernica» y España.
  1. La «Plaza de toros PICASSO».
  • 1.  La muerte y una herencia envenenada..
  1. LAS CURIOSIDADES DEL GENIO

Hijo mío, busca un Reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes”. Cuentan que le dijo (Plutarco, “Vidas paralelas”) el Rey Filipo a su hijo Alejandro tras hacerse fácilmente con el control   del   indómito   “Bucéfalo” que había rechazado   a los generales de sus ejércitos. Pues algo parecido debió decirle el padre a su hijo Pablo cuando un día (a los 13 años y ya en Galicia) le entregó su paleta y sus pinceles al ver como pintaba desde niño. Don José Ruiz y Blasco, asombrado, se limitó a decirle: “Pablo, hijo, aquí tienes

mi paleta y mis pinceles, yo abandono… Sigue tú, tú has nacido para pintor”.

Y así fue, como se comprueba en sus primeras obras (a la primera la llamó “El picador amarillo”, la pintó cuando solo tenía 8 años y con 9 hizo “Crepúsculo en el puerto de Málaga”) y así sería a lo largo de toda su vida (vivió 91 años). En ese largo trayecto Picasso batía todos los récords del mundo del Arte. Según sus biógrafos pintó 13.500 obras, realizó

34.000 ilustraciones y esculpió más de 300… y de ellas se hicieron 150.000 impresiones. ¿Y qué podía esperarse de quien se dice (lo dijo su madre) que la primera palabra que pronunció cuando sólo tenía unos meses fue “piz”, diminutivo de “lápiz”?

Pero las curiosidades y las obsesiones de Picasso no tienen límite. Porque curioso es estudiar la geografía de sus obras y ver dónde pintó cada una de ellas. Según un estudio realizado por la Sorbona de París estas fueron las ciudades donde pintó el Genio:

París 9594

Mougins 4275

Vallauris 2698

Barcelona 1660

Royán 638

Madrid 288

Coruña 272

Horta d’Ebre 155

Londres 153

Vanvenarges 144

Málaga, 144. Dinar, 121. Roma, 120. Sorgues, 102. Schoorl, 85. Montecarlo, 65. Biarrit,

  1. La Rue-des-Bois, 25. Ports del Maestrat, 12. Pompeya, 8. Perpiñán, 5. Bratislava, 3. Cartagena, 2. Sheffield, 2. Lehavne, 1. Holland, 1. Palau i Fabre, 1. Alicante, 1. Valencia, 1. Caracovia, 1. Varsovia, 1.

“Yo hago lo imposible, porque lo posible lo hace cualquiera”, “Yo no busco, yo encuentro”. Otro tanto podríamos decir de sus obsesiones, ya que cuando se enamoraba de un tema o de una mujer lo pintaba incansablemente. Se sabe, por ejemplo que antes de dar por terminado el “Guernica” realizó más de cien bocetos, que cuando quiso hacer sus “Meninas” (por su admiración a Velázquez) pintó más de 30 veces la obra. O su obsesión con los Arlequines y el mundo del Circo… o con sus mujeres: a Jacqueline le dedicó hasta 282 obras, a Dora 262 y a su hija Paloma más de 100. Lo mismo puede decirse de sus autorretratos, pues se pintó

más de 40 veces. Era una obsesión permanente y durante toda su vida se empeñó en hacer lo imposible, tanto que cuando algún crítico le aplaudía, pero le censuraba no haberse atrevido con algún tema, esa misma noche lo realizaba para demostrar que se atrevía con todo.

Y hay otro Picasso menos conocido, el del “Arte Efímero”, los decorados y los trajes que hizo durante su “Etapa Musical” (su amigo Max Jacob la llamó “periodo duquesa”).

Entre 1918 y 1923 entró en contacto con los “Ballets” rusos que estaban de gira por

Europa. Fue Jean Cocteau quien le puso en contacto con el director y empresario Sergei Diagilev y tras varias reuniones Picasso aceptó trabajar en el ballet “Parade” para realizar los decorados y vestuario por 5.000 francos y 1.000 más por si tenía que trasladarse a Roma. Fue en ese momento cuando conoció a la bailarina rusa Olga Khokhlova, que llegaría a ser su primera mujer oficial. La música la compuso Stravinsky. “Parade” se estrenó en el teatro Chatelet de París y fue, según su amigo Apollinaire, el comienzo del surrealismo. A pesar del mucho trabajo Picasso buscó tiempo para llevar a su nuevo amor a Barcelona para que conociera a su familia y a sus amigos y se casó con ella el 12 de julio, con Cocteau, Max Jacob y Apollinaire como testigos.

Durante 1919 trabajó en otro ballet: “El sombrero de tres picos”, basado en la novela de Pedro Antonio de Alarcón y con Falla como compositor de la parte musical. La obra se estrenó en Londres con un gran éxito, quizás por el número que se introdujo a petición del español de un cuadro de baile flamenco, lo que dio lugar a que en la capital inglesa se abrieran numerosas escuelas de danza española… y no sólo eso, sino que gracias a la nobleza de la rusa Olga entró en la alta sociedad londinense y hasta cambió su vida social,

pues abandonó del todo su vida bohemia y se le podía ver vestido elegantemente en cócteles o comiendo en los restaurantes más caros.

Y todavía hubo una tercera ópera: “Pulcinella”, en la que Picasso volvió a dar un paso más en su afán de renovación permanente, tal vez inspirado en la antigüedad mediterránea y en los frescos pompeyanos que había visto en su viaje a Nápoles.

Pero no menos curioso es el récord que batió muchos años después al venderse algunas de sus obras en subasta (principalmente en la sala “Christie’s” de Nueva York): “Las mujeres de Argel”, 180 millones de dólares. “El sueño”, 155. “Desnudo, hojas verdes y busto”, 106. “Muchacho con pipa”, 104. “Dora Maar con gato”, 96.

Y así podíamos seguir, porque todo en la vida de Picasso es “imposible”, de superar. A pesar de ello hablaremos de sus nueve mujeres.

5.1. ASÍ FUERON MIS MUJERES

Al estudiar la vida de Picasso se ve claro que el genio además de genio fue hombre y como tal tuvo las pasiones inherentes al ser humano; vicios y virtudes, ilusiones y desilusiones, miserias y grandezas, amores y odios, humildades y vanidades, ambiciones y desengaños.

En este capítulo quiero detenerme en sus mujeres legales y en sus amantes-compañeras y en sus amoríos. ¡Difícil tarea!, teniendo en cuenta que su vida fue un camino lleno de rosas y espinas y que su inmensa obra como pintor estuvo

íntimamente ligada a sus mujeres, ya que tras cada etapa y cada cuadro aparece siempre un amor con nombre de mujer. Él mismo lo confiesa cuando ya transitaba por la última curva de su vida: “No se puede crear nada si no se está enamorado o se odia”. Él siempre estuvo enamorado, desde aquella niña de Galicia, Ángela Méndez, que con 13 años le llevó a sus primeros dibujos hasta la

Jacqueline que le cerró los ojos el 8 de abril de 1973, cuando iba a cumplir los 92

años. “Ángela fue mi primer amor. Era una galleguiña regordeta, muy

morena, cosa rara en Galicia, que me volvió loco y que con su boca y sus

pechos me hicieron descubrir el cielo… De ella apenas si recuerdo más, pero

fue ella la que me inspiró “La muchacha de los pies desnudos”. Fue la primera

mujer, porque aunque solo tenía 15 años, dos más que yo, que vi desnuda.

Sucedió un día que nos escapamos y nos fuimos a bañarnos al mar”.

“Para amar a algunas mujeres me bastó con unas horas e incluso con unos

minutos… Es mucho más largo el desamor y la ruptura”, dijo en cierto momento.

Aquí vamos a repasar por riguroso orden las mujeres que compartieron con

él su largo peregrinaje artístico, las legales y las “compañeras” ocasionales,

comenzando por sus primeras “novias” parisinas, aquellas que le amaron cuando

era sólo un “soñador” muerto de hambre, que como diría Guy Schwinge, “buscaba

el sexo gratis para olvidar que ese día no había comido”.

(Las palabras que van en negrita en las notas dedicadas a cada una de sus

mujeres están recogidas de la obra inédita aún de mi viejo amigo y compañero de

“Pueblo” Antonio D. Olano, el periodista al que Picasso le abrió las puertas de su

casa, los archivos y la memoria durante los últimos años de su vida).

1-Louise y Germaine

(las musas de la “época azul”)

“Louise era la amiga de Germaine y a las dos las conocimos una tarde

que Carles y yo salimos a pasear por la orilla del Sena. Carles se prendó de

Germaine en cuanto la vio y yo me tuve que quedar con Louise. Carles

Casagemas era mi mejor amigo y juntos nos habíamos ido a París desde

Barcelona en busca de la fama y la gloria… aunque de momento, en cuanto se

nos acabó el poco dinero que llevábamos, en realidad lo que encontramos fue

hambre y desconsuelo, tanto que nuestros paseos más que paseos literarios o

artísticos eran una manera de engañarnos, porque lo que buscábamos era

ver escaparates llenos de quesos y embutidos.

Louise fue mi primera novia en París y con ella recorrí los primeros

caminos del sexo. Era más ardiente que yo y a mí me parecía una experta en

el arte de hacer el amor… además hablaba hasta por los codos y eso me vino

bien para perfeccionar mi incipiente francés. Pero “lo bueno” acabó muy

pronto, pues no habían pasado cuatro meses cuando se la llevó un viejo (al

menos a mi me lo pareció y no tendría ni 40 años) y ahí se acabó nuestro

romance. A partir de ese momento yo salía solo en compañía de Carles y

Germaine y eso me permitió conocer mejor a la novia de mi amigo, que ya

eran pareja. ¡Ay!, pero enseguida descubrí que ella no era feliz con Carles y la

muy cabrona se me insinuaba descaradamente. Esto fue desesperando a

Carles que estaba ciego con ella, y sin darse cuenta se fue entristeciendo y

desesperanzando, tanto que un día me dijo que se volvía a su Málaga natal,

mi Málaga también, y yo que también estaba ya desilusionado con París me

volví con él.

Bueno, la cosa fue que al poco tiempo volvimos a París y Carles una

tarde se fue con unos amigos, Max Jacob y Apollinaire, y con Germaine al café

“L’Hippodrome”. De pronto sacó una pistola e intentó matar a Germaine y al

no conseguirlo volvió la pistola sobre sí mismo y se pegó un tiro en la sien y

allí mismo murió. Naturalmente, aunque yo no estaba ese día con ellos, la

muerte de mi amigo me impresionó de tal manera que no pude resistir y

nada más enterrarlo en Saint-Ouen, me volví a Barcelona. Pero, superada la

crisis, mi crisis, volví a París y allí me encontré de nuevo con Germaine… y

pasó lo que tenía que pasar, mejor dicho lo que ella quería y quiso que

pasase. Así que nos liamos y durante un tiempo fuimos amantes. Entonces

supe que mi amigo Carles era impotente y que esa fue la causa del rechazo de

Germaine. Pero, al final tuve que abandonarla, por mi conciencia, pues cada

vez que hacía con ella el amor se me aparecía con un dedo acusador mi

amigo Casagemas.

Ellas, Louise y Germaine y Casagemas, fueron las musas de mi época

azul. A Louise le dedique mi obra “El abrazo” y a Germaine, “El beso””.

2-Fernande

(la musa de la “época rosa”)

“A Fernande Olivier, que en realidad era Amelie Lang, la conocí cuando

era pareja y modelo del escultor Devienne en Montmaltre y enseguida le

propuse que fuese modelo también para mí. No tengo que decir que era

guapísima y las cosas llegaron rodadas, porque desde el primer día se

entregó a mí. Pero Fernande además de guapa era temperamental y eso me

gustaba. Así que, en realidad, vivimos una luna de miel. De pronto mi mundo

triste, negro y azul, se fue llenando de luz y de color. Con ella comenzó mi

“época rosa”. Tan feliz me hacía que un día la cogí del brazo y me la llevé a

Horta de San Juan (Tarragona) y hasta le propuse que nos casáramos, cosa

que no pudo ser porque ella no se había divorciado aún de su primer marido.

Y además con ella llegó también la fortuna, ya que mis cuadros comenzaron

a venderse muy bien y mi situación económica cambió. Confieso que era una

mujer extraordinaria y que junto a ella viví momentos, días y noches y hasta

siete años largos alegres y esperanzados. Fernande además se transformó en

mi mejor crítica y en mi inspiradora, tanto que gracias a sus comentarios mis

pinceles fueron descubriendo nuevos horizontes y gracias a ella me adentré

en el cubismo y pude realizar “Las señoritas de Avignon”. Por cierto que en

una de aquellas “fiestas” que organizábamos en mi casa conocí a Romero de

Torres, que había venido a París expresamente a conocerme, el cordobés fue

uno de los primeros que vieron el cuadro de mis “señoritas”.

Desgraciadamente aquel amor se fue difuminando con el tiempo y antes de

que rompiera con ella apareció Eva”.

Muchos años después Fernande publicaría unas “Memorias” y en 1956

Picasso le pagó 1 millón de francos a cambio de que no publicase más sobre sus

relaciones, al menos mientras viviese uno de los dos. “Fui su compañera fiel en los

años de pobreza cuando él no era nadie, pero no supe serlo en los años de

prosperidad”.

3-Eva

(el amor que se llevó el cáncer)

“Eva era amiga de Fernande y a través de ella la conocí. Yo creo que la

mandó a mi lado para espiarme cuando aun vivíamos juntos, porque sus

celos eran tan grandes como los míos. Quizás fuesen los celos los que

pusieron fin a nuestro largo romance… y Eva acabó enamorándose de mí y yo

de ella. Pero, Eva era todo lo contrario que Fernande, era una mujer sencilla,

de carácter afable, cariñosa y hasta sumisa que incluso se adelantaba a mis

deseos, también en la cuestión del sexo. Llegó a ser para mí como ese perro

fiel que siempre está a tu lado y a tus pies haciéndote carantoñas. Yo no

podía abrir los ojos sin verla a mi lado. Tal vez por ello la lloré tanto cuando

murió, porque de Eva, a los cuatro años de vivir conmigo, se apoderó un

cáncer que en unos mese la llevó a la tumba.

4-Eva

(el amor que se llevó el cáncer)

Eva era amiga de Fernande  y a través de ella la conocí. Yo creo que la mandó a mi lado para espiarme cuando aun vivíamos juntos, porque sus celos eran tan grandes como los míos. Quizás fuesen los celos los que pusieron fin a nuestro largo romance… y Eva acabó enamorándose de mí y yo de ella. Pero, Eva era todo lo contrario que Fernande, era una mujer sencilla, de carácter afable, cariñosa y hasta sumisa que incluso se adelantaba a mis deseos, también en la cuestión del sexo. Llegó a ser para mí como ese perro fiel que siempre está a tu lado y a tus pies haciéndote carantoñas. Yo no podía abrir los ojos sin verla a mi lado. Tal vez por ello la lloré tanto cuando murió, porque de Eva, a los cuatro años de vivir conmigo, se apoderó un cáncer que en unos mese la llevó a la tumba.

5, 6, 7 y 8 -Gabrielle, Elvira, Irene y Emilienne

(el interregno del Minotauro)

¡Ay! Pero a pesar de mis lágrimas no pude evitar el contacto con otras mujeres y así llegaron Gabrielle, Elvira, Irene y Emilienne. Aunque “aquello” sólo fue el “desahogo” que vivió el salvaje sexual que yo era a mis 34 años. Fue una etapa tonta de mi vida, aunque pinté más obras que nunca, quizás porque mi firma era ya una mina de oro y del cubismo me fui pasando al surrealismo. Fue el interregno del Minotauro. Durante dos años no hice otra cosa que pintar y hacer el amor… aunque de ellas sólo recuerdo bien a Irene, tal vez porque estando casada, cuando se metía conmigo en la cama era una pantera

9-Olga

(la primera mujer oficial y musa del “Arte Efímero”)

LEER MÁS:  Feijóo se ha suicidado. Por Julio Merino

“Conocí a Olga en Roma, cuando el ruso Diaghilev me contrató para realizar los decorados y el vestuario de la obra “Parade” que iban a estrenar los “Ballets Rusos”, ya triunfantes en otras ciudades europeas. Olga era una de las 60 bailarinas que componían el cuerpo de baile, pero  aún así llamaba la atención. Era bella, y como pude comprobar después, ambiciosa, empecinada, melancólica, frágil, desprejuiciada, intransigente, elegante, alegre, atlética, aristócrata y sensual como un felino… y enseguida nos enamoramos. Tanto que a partir de ese momento me olvidé de todas y me entregué a ella en cuerpo y alma. Y con ella me casé al año siguiente (1918) y tuve mi primer hijo (1921), Paulo. Recuerdo que cuando volvimos a París y entramos por primera vez en mi casa se plantó y me dijo: “Esta casa huele a demasiadas mujeres y yo quiero una casa para ti y para mí solos…” Y es que Olga tenía la virtud de decir siempre lo que pensaba, incluso de mis obras. Cuando no le gustaba algo lo decía a la cara y eso sucedió cuando le hice el primer retrato de estilo cubista. “No me gusta, amor, a mí no me gusta tener que buscar mi imagen entre cubos, cuadrados y manchas…”

Y yo que me había dejado cautivar sin darme cuenta, fui tornando al Neoclasicismo. Pero, pasaron unos años y de pronto sentí que aquella paz, tranquilidad y felicidad, ¿por qué no decirlo?, estaban acabando con el Picasso que yo quería ser (si hasta quiso que dejara de fumar). Y ahí comenzó nuestro desamor. Yo la quería, pero no estaba dispuesto a sacrificar mi obra. Fueron años difíciles, pues ella, percibió que me iba alejando, se volvió celosa y cada vez más absorbente, hasta el punto de que intentó apartarme de mis viejos amigos de la bohemia. En esas circunstancias un día cuando entraba en las galerías Lafayette me topé con una jovencita rubia y preciosa que de golpe despertó mis deseos: “Señorita, tiene una cara interesante, me gustaría hacerle un retrato, creo que vamos a hacer grandes cosas juntos, soy Picasso”. Aquella era María Teresa Walter, otro de mis grandes amores.”

Olga fue su mujer legal hasta que murió trastornada y demente en 1955… Pero no tardarían en llegar María Teresa, Dora, Françoise, Jacqueline.

En una ocasión dijo: “El amor no tiene edad” y en otra “El hombre tiene la edad de la mujer que se enamora”. Tal vez sólo era una justificación. Porque, curiosamente, el genio a medida que fue creciendo en edad, haciéndose mayor e incluso anciano (murió a los 92 años) se fue enamorando de mujeres más jóvenes. A Olga Khokhlova, por ejemplo, le llevaba cuando la conoció 10 años; a María Teresa Walter, 29; a Dora Maar, 26; a Jacqueline, 46 y a Genevieve Laporte, 48.

Y esto, según sus biógrafos, fue decisivo en su obra, ya que sus “ismos” van unidos al cambio de mujer. Cada vez que se enamoraba de nuevo rompía y creaba estilos diferentes… así se pasó de la “época azul” (con Louise y Germaine) a la “época rosa” y al cubismo (con Fernande), al “Arte efímero” y neoclasisismo (con Olga), al surrealismo (con María Teresa), al “Guernica” (con Dora) y al “Arte global” (con Jacqueline). Como curioso es el final que tuvieron las mujeres que abandonó: Fernande murió en la pobreza; Eva, murió de cáncer; María Teresa no le pudo olvidar nunca y acabó suicidándose; Dora se perdió en la nada y demente; la rusa Olga murió en la pobreza total y loca de manicomio; y Jacqueline, la que le cerró los ojos, se pegó un tiro en la sien años después de su muerte. Pero, la tragedia también alcanzó a su propia familia, su primer hijo, Paulo, murió alcoholizado, su nieto Pablo se suicidó y a sus hijos Claude y Paloma no quiso verlos en vida tras romper y abandonar a su madre.

Son las sombras de la vida del genio, como sombra fue también su inclinación por la buena vida y su pasión por el dinero. Se cuenta que un día a un amigo que le preguntó qué había detrás de uno de los cuadros que estaba pintando le respondió: “¡200.000 dólares!”. O sea, estaba pintando y pensando en lo que podía vender su obra.

10-María Teresa Walter

(la “niña” de Picasso)

La sueca María Teresa Walter sólo tenía 17 años cuando conoció al genio y

llegó cuando el matrimonio con la rusa Olga estaba ya roto y se negociaba el

divorcio… y digo “negociar” porque Picasso se resistió a aceptar el divorcio dado

que la rusa le exigía, por el contrato que habían firmado al casarse, el 50% de sus

bienes y el artista no aceptó nunca esa exigencia y por ello no pudo casarse con

ninguna otra hasta que la rusa murió en 1955. Los años finales con Olga hasta

que se separaron físicamente fueron para el pintor un infierno, según algunos

biógrafos, incluso llegaban a las manos en sus “peleas”. Y en esta situación

psicológica estaba cuando un día al entrar en las Galerías Lafayette vio a aquella

niña rubia, de pelo largo y ojos verdes y sufrió un “flechazo”. Entonces, atrevido

como fue siempre con las mujeres, se acercó a ella y le dijo la frase que ya he

citado en un artículo anterior: “Señorita, tiene una cara interesante, me gustaría

hacerle un retrato, creo que vamos a hacer grandes cosas juntos, soy Picasso”.

Naturalmente, la llegada de la rubia, una chica saludable, deportista, alegre,

desinteresada, nada exigente, afectuosa, enemiga de los convencionalismo y de

trato muy suave (todo lo contrario que Olga) cambió, una vez más, la vida del

artista. Fueron unas relaciones muy curiosas, porque como era menor de edad la

tuvo que mantener a escondidas durante varios años. Se dice que el primer

verano que vivieron como amantes ella se fue a un campamento infantil de

monitora deportiva y Picasso acudía por la noche y se encontraban bajo la tienda

de campaña. Luego al volver a París le compró un apartamento cerca de su casa

para poder verla a espaldas de Olga e incluso para tenerla a su lado el mayor

tiempo posible la disfrazó de chófer, de hombre-chófer, y viajaba con ella a todas

partes… y es que llegó un momento que “la niña de Picasso”, como la llamaban los

amigos del genio llegó a ser su verdadera fuente de inspiración. Llegó a pintarla

en 67 obras. Con María Teresa tuvo una hija, Maya.

¡Ay! Pero, como casi siempre, también de María Teresa se fue distanciando y

hacia 1934-1935 conoció a Dora. Ella, sin embargo, no le pudo olvidar y desde

que se separaron su vida fue un verdadero tormento, hasta el punto que cuando

en 1973 muere Picasso ella se deprime de tal modo que sólo 4 años después se

ahorcó.

11-Dora Maar

(la musa del “Guernica”)

“Henriette Teodora Markovitch había nacido en París en 1907 –escribe uno de

sus biógrafos-. Era hija de un arquitecto croata y de una francesa, se trasladó a

Buenos Aires a los 3 años de edad. Tuvo una adolescencia privilegiada, tenis, playa,

bailes y cruceros. De nuevo en París, la joven conectó con los surrealistas y la

extrema izquierda. Fue amante del escritor Bataille, una de las personas más

inteligentes de aquellos años y también del cineasta Chavance”.

Era amante de la fotografía y escribía versos. Cuando Picasso la conoció en el

café “Les Deux Magots” estaba jugando con unos amigos a pincharse los dedos

con una navajita a ver quien lo hacía más rápido y con menos sangre y el genio,

atrevido, le coge las manos y le dice que su sangre “es tan hermosa como la de los

toros al morir” y comienza el romance. Dora se convirtió en la compañera

indispensable y gracias a ella se pudo obtener el proceso completo del

“Guernica”, ya que lo fue fotografiando en cada paso que daba el pintor, que no

fueron pocos, pues antes de dar la obra por terminada hizo más de 100 bocetos.

“Con Picasso –diría años más tarde- viví 8 años y fui testigo principal de su cuadro

más famoso: el “Guernica”. Dicen que fui de todas, la más inteligente”.

Pero, las relaciones entre ambos no fueron tan tranquilas como las que había

tenido con María Teresa. Dora era más inteligente y por tanto más crítica y a

menudo le discutía su propia obra. Sin embargo todos reconocieron que el

espíritu anti-violencia y anti-guerra del cuadro fue inspiración suya. También al

final terminó perdiendo y Picasso la fue abandonando tras conocer a sus dos

siguientes amores: Francoise Gilot y Genevieve Laporte. “Sin Picasso no hay nada.

Después de Picasso, sólo queda encontrarse con Dios”, diría al sentirse

abandonada.

Las relaciones con Dora se fueron difuminando como se disuelve el azúcar

en el agua, porque sin romper con ella del todo la alejó de su lado. Igual había

pasado con María Teresa, la madre de su hija Maya, a quien siguió visitando y

amándola siempre. Pero una vez más se demostró que Picasso no podía pasar sin

una mujer y no había desaparecido del todo Dora cuando ya había aparecido en

su vida la culta Francoise Gilot. Corrían los años de la Segunda Guerra Mundial y

los “nazis” seguían en París. Un París en el que faltaban ya los alimentos y hasta el

pan y en el que la vida de cada quien dependía de un hilo, ya que la Resistencia no

permitía ni un minuto de paz y las represalias, ciegas, de los alemanes, eran

horribles, te podían fusilar en cualquier momento “como cómplice” de la

Resistencia o mandarte a un campo de exterminio. En esas circunstancias fue

cuando el genio conoció a Francoise. ¿Quién era Francoise Gilot?

12-Francoise Gilot

(“La mujer flor” que le abandonó)

“Soy la única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al

monstruo sagrado. Soy la única que aun estoy viva para contarlo” –diría cuando ya

había cumplido los 90 años.

Francoise Gilot había nacido el 26 de noviembre de 1921 y era hija de un

ingeniero agrónomo, hombre de negocios, y de una pintora. En ese momento el

genio tenía ya 62 años y estaba en la cumbre de la gloria, el pintor más caro del

mundo y el Rey de la pintura moderna. Un hombre rico, poderoso y lleno de vida

que no aceptaba normas, ni barreras ni fronteras. Lo tenía todo y lo podía todo.

Su firma valía más que la de los Reyes o Jefes de Estado de Europa. O sea, que le

llevaba 40 años justos.

Francoise era ya Licenciada en Filosofía por la Sorbona, en Filología Inglesa

por Cambridge y estudiante de Derecho. Aunque por encima de sus carreras

universitarias ella quería ser pintora y había decidido dedicarle su vida al Arte…

y como necesitaba un profesor no lo dudó y se fue a ver a Picasso. Naturalmente

cuando Picasso vio a la bella joven y comprobó el nivel cultural que tenía a sus

pocos años no lo dudó y se ofreció para enseñarle todo lo que él sabía. Y cuando

acordaron ya eran amantes. Fue una relación de 10 años justos (1943-1953) y

con la que tuvo dos hijos: Claudio, en 1947 y Paloma, en 1949.

Pero, llegados aquí bien podemos ver cómo fueron aquellas relaciones

siguiendo la obra que ella misma escribió (“Mi vida con Picasso”).

“Soy Francoise Gilot. A Picasso le di dos hijos. Compartí mi vida con él 10 años

y queriéndole con locura, fui la única que lo abandonó”.

“Yo sabía que seguía con Dora y que también veía clandestinamente a María

Teresa, pero a mí eso no me importaba, porque yo sabía ya que Picasso no era un

hombre de una sola mujer y que el amor era para él la mayor fuente de

inspiración”. (“La vida sin amor, no es vida –me diría un día-, pero el amor es sexo,

lo que quiere decir que si no hay sexo no hay amor”).

“Sí, era un buen amante, pero cuando quería. Necesitaba mucho sexo, ese

impulso primario era parte de su constitución. Es más cuando no estaba

enamorado se hundía, era otro hombre… y no era polígamo, más bien lo contrario,

pues sabía delimitar a la perfección las relaciones con sus amantes”. Francoise

escribe que todas las sesiones de pintura terminaban en una relación sexual. Un

día le escribió estos versos:

“Mira Francoise;

un Minotauro guarda a su lado a muchas mujeres

y las trata siempre muy bien,

pero reina sobre ellas por el terror.

Así que ellas terminan alegrándose de que este muerto.

Un Minotauro no puede ser amado por sí mismo,

eso cree él.

Le parece que eso es imposible.

Tiene cara de pensar que ella no puede amarle

sencillamente porque es un monstruo”

“Pablo era una persona maravillosa para estar con él. Era como un fuego de

artificio. Asombrosamente creativo, inteligente y seductor. Si estaba de humor para

fascinar, era capaz de hechizar hasta a las piedras. Pero también era muy cruel,

sádico y despiadado con los demás y consigo mismo. Todo debía ser como él decía.

Una estaba allí a disposición de él: él no estaba a disposición de nadie. Pablo creía

que era Dios, pero no era Dios ¡y eso lo irritaba! Fue el amor más grande de mi vida,

pero había que tomar medidas para protegerse. Yo lo hice: me fui antes de terminar

destruida. Las otras no lo hicieron, se aferraron al poderoso minotauro y pagaron

un precio muy alto.”

“Mi relación con Picasso fue un romance de época de guerra, las

circunstancias extremas nos unieron de una manera que nunca se hubiera dado en

épocas de paz. Era la Segunda Guerra Mundial, en el París ocupado por los

alemanes, una época de gran peligro y desastre absoluto. Picasso era un héroe para

mi generación: había pintado “Guernica” y era un símbolo de resistencia contra el

fascismo y el régimen de Franco. Implicaba gran coraje de su parte quedarse en

París en vez de escapar a América. En cualquier momento podían arrestarlo, pero

ésa era su manera de decirle no a la opresión.”

“Sólo tuve un único Picasso, “La Femme-Fleur”, pero lo vendí hace años,

porque sentí que me traía mala suerte. Nunca acepté más pinturas, porque Picasso

hubiera dicho: “¡Ah, ya ves, eres igual que todas las otras!”. Así que no acepté nada,

seguí siendo independiente. Además, sabía que si una le aceptaba cosas a Picasso,

quedaba en deuda con él y había que pagarla de otra manera. Él quería que yo

fuera sumisa, como las otras mujeres, pero nunca fui sumisa”.

“Pablo tenía la cruda curiosidad de un niño que toma un reloj y lo destruye

para ver lo que tiene adentro. Hacía lo que se le antojaba en cualquier momento,

sin pensar en las consecuencias”.

“Una vez le pegunté a Pablo por qué era tan malo con Sabartés, su leal

secretario, que lo veneraba. Picasso respondió: Sólo soy malo con la gente que amo.

Con la gente que no me importa, soy amable”.

13-Genevieve Laporte

(“La chica de los miércoles”)

“Han hecho de Picasso un macho, un monstruo, un tipo que llegó a apagar un

cigarrillo en la mejilla de su esposa. Pero, basta con mirar estos dibujos para

comprobar que ahí sólo hay ternura, lo que demuestra lo que era Picass: Amor,

respeto y dulzura”. Estas palabras que escribe Genevieve Laporte, “El amor

secreto de Picasso”, indican ya el objetivo de una mujer que a sus 78 años se

propuso lavar la imagen del Minotauro que otras de sus mujeres le habían

creado. Casi al final de su vida subastó los 20 dibujos que el genio le había hecho

durante sus relaciones y que había conservado en una caja fuerte “porque he

pensado que estos dibujos no se pierdan en el anonimato de un museo o en

manos de unos herederos que no sabrían qué hacer con ellos”. De aquellos

dibujos sobresalían la “Odalisca” (que se vendería por 473.000 euros) y “El

sueño” (que se vendería por 417.000).

Pero, ¿quién era y cuáles fueron sus relaciones con Picasso?

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Genevieve era hija de un químico, brillante estudiante y miembro de la

“Resistencia” francesa contra los nazis a los 16 años. Era una chica muy guapa y

con un cuerpo de Venus, que destacaba por su simpatía arrolladora. En 1944 era

una estudiante del Liceo Fenelón y con un grupo de compañeros editaban una

revista mensual en el colegio. Al hacer el número correspondiente al mes de abril

acordaron hacerle una gran entrevista al que ya era el más famoso de los

pintores en París y allá se fue la joven Genevieve a entrevistar al monstruo.

Porque sólo eso sabía de Picasso en ese momento, que era un “monstruo”. Sin

embargo, cuando la joven e inocente estudiante se sentó frente al genio y le oyó

hablar de inmediato se quedó prendada de él y otro tanto le sucedió al

“monstruo”, que en ese momento ya había cumplido los 63 años, lo cual confirma

la inclinación del viejo Picasso por la juventud. Pero, Picasso no se atrevió ni a

tocarle las manos. (“Cuando conocí a “Genu” (así llamaba a la joven Genevieve,

según cuenta Olano en su obra) sentí ganas de comérmela, era como un helado de

fresa que inocentemente se ofrecía, pero me contuve y fui con ella no sólo amable

sino hasta cariñoso… ¡Si bien podía ser mi nieta!”). Eso sí, quedaron en verse otro

día. Cosa que sucedió cuando el ejemplar de la revista colegial vio la luz. Entonces

volvieron a verse y ya Picasso la adoptó al saber que la “niña” era muy aficionada

a la pintura y que quería ser pintora y quedaron para otro día en su Estudio

(entrar en el Estudio de Picasso era peligroso para cualquier mujer). Así fueron

conociéndose mejor y Picasso se empeñó en hacer de ella una pintora. Tanto que

al año siguiente hasta le costeó un viaje a Estados Unidos para que la joven fuera

conociendo mundo y ampliando su idea de la pintura.

Sin embargo, tuvieron que pasar 6 años para que lo que había sido amistad

se transformara en “otra cosa”. Sí, otra cosa, ya que Picasso seguía viviendo con

Francoise Gilot y todavía no se había roto el amor que sentía por ella, no hay que

olvidar que Francoise fue la madre de sus hijos Claude y Paloma. Pero llegó el

verano de 1950 y Picasso invitó a la joven a pasar sus vacaciones con él en su

casa de la Costa Azul y allí fue donde Genevieve descubrió a Francoise y las

relaciones que Picasso tenía con ella… y la joven se plantó y dijo que ella no iría a

su casa mientras estuviese Francoise. Era la repetición de lo que le había pasado

con su María Teresa y Olga, su primera mujer legal. Entonces Picasso se las

ingenió para ver a Genevieve a espaldas de Francoise y se buscó la casa de su

amigo Cocteau para verla un día a la semana. El día elegido fue el miércoles y de

ahí que los amigos del genio bautizaran a Genevieve como “La chica de los

miércoles”.

“Sí, es verdad, aquel verano me entregué a él y le amé profundamente y creo

que él también se enamoró de mí –escribiría después-. Es verdad que sólo nos

veíamos los miércoles, pero para mí aquel día llegó a ser mi vida, ya que el resto de

la semana me lo pasaba pensando en él y contando las horas y los minutos que

faltaban para volver a verlo… fue en aquellas horas de entrega cuando de verdad

conocí a Picasso y frente a lo que se ha dicho de él yo puedo decir que no era un

monstruo, al menos conmigo era el hombre más cariñoso y tierno que he conocido…

y además se recreaba pintándome. Me pintó desnuda y en la cama, en el baño, en el

jardín, en la playa y hasta un día vestida de novia. Fueron los dibujos que he

conservado no sólo en una caja de seguridad sino en mi corazón hasta este

momento que he decidido sacarlos a la luz”.

La historia de su amor con Picasso fue incluso llevada al cine por su amigo

James Ivory en “Sobrevivir a Picasso”, que se rodó en Saint-Tropez y en su

estudio de la “Rue des Grands Agustins”. Sucedía ya cuando las relaciones con la

Gilot se habían enfriado, como se demostraría poco después cuando Francoise le

abandonó y se llevó a sus dos hijos.

“Pero fue entonces, al querer que me trasladara a vivir a su casa, cuando

decidí alejarme de él. ¿Y eso por qué? Quizás por lo que me había dicho nuestro

amigo el poeta Paul Eduard: “Ten cuidado Genevieve, Picasso acaba matando todo

lo que ama”.

Y me marché. Fueron casi dos años maravillosos, pero que tuve que cortar

para salvarme. Porque Picasso te absorbe y acaba comiéndote no sólo el cuerpo

sino también el alma”. “La mujer, las mujeres –medita en su libro- son para Picasso

el nacimiento y amén de algo nuevo, el todopoderoso fuego que incendia en el

pintor una nueva fuerza creativa. Es un Don Juan de la pintura, un seductor del

color que cambia, varía, evoluciona y vuelve, un burlador de la línea tradicional y

de cualquier norma. Es la anarquía del rebelde siempre insatisfecho… pero, yo le

amé más que a mi vida”.

Y todavía quedan Jacqueline y Sylvette.

14-Jacqueline Roque

(“La musa más musa de todas”)

Jacqueline Roque nació el 24 de febrero de 1926 en París. Cuando cumple

dos años, su padre les abandona, obligando a su madre a trabajar largas horas de

portera, en un lujoso edificio cerca de los Campos Elíseos. Una figura influyente

en su vida fue su tío el abad Bardet, quien le inculcó valores como la humildad y

la modestia.

A los 18 años su madre sufrió un derrame cerebral y murió. Dos años

después contrajo matrimonio con André Hutin, un importante ingeniero, con

quien tuvo a su primera hija, Catherine Hutin-Blay. La joven familia vivió durante

una temporada en África, actual Burkina Faso, por motivos de trabajo de André.

Cuatro años más tarde, Jacqueline decide regresar con su hija a Francia y

divorciarse, sospechando que su marido le era infiel. Se trasladan a la Riviera

francesa y empieza a trabajar en la tienda de su prima, La alfarería Madoura, en

Vallauris. En 1953, a los 27 años conoció a Picasso. Sus exóticos rasgos le

recordaron a la joven que aparece en ‘’Las mujeres de Argel’’ de Delacroix. Así la

retrató poco después en ‘’Mujer vestida de turca’’.

La segunda vez que se vieron fue en la alfarería donde ella trabajaba,

Picasso tenía 72 años y Jacqueline era una belleza de ojos verdes de 45. Seis

meses después deciden casarse en secreto. Desde el comienzo de su relación,

Picasso pintó en numerosas ocasiones a Jacqueline. Era la única persona cuya

presencia toleraba mientras pintaba en el taller. Estaban tan unidos que rara vez

uno salía de casa sin el otro.

Durante los últimos años de vida del pintor, Jacqueline comenzó a beber de

forma excesiva. Se veía muy afectada por la agonía de su marido, y la complicada

relación de ambos con los hijos y nietos de Picasso. En abril de 1973 Picasso

muere y Jacqueline queda hundida. No soporta la vida sin él, a pesar de que por

herencia es una de las mujeres más ricas del mundo y por ello 13 años más tarde,

ya en 1986, se suicida, pegándose un tiro en la sien. Pocos años antes le había

contado su vida más sincera e íntima a su buena amiga Pepita Dupont (“La

verdad sobre Jacqueline y Pablo Picasso”), donde recoge la frase que más gustaba

recordar a la pobre mujer anímicamente destrozada: “Picasso no era el sol, pero

era la sombra del sol”.

Fueron tiempos alegres y sin peleas (como habían sido otros de su larga

vida). Tal vez porque a Jacqueline no le había importado, ¡ni se había dado

cuenta! –según Arrabal- pasar tantos años de su vida viviendo con la castidad de

una monja de clausura junto a su idolatrado Pablo. Y eso teniendo en cuenta que

Picasso ya era un mito, el mito Picasso, el artista más aplaudido por todos. Es

verdad que ya no hace ninguna obra que supere a “Las Señoritas de Avignón” ni

al “Guernica”, pero es su etapa ceramista, la pasión del malagueño durante su

vejez.

Y a pesar de su gran amor por Jacqueline en su vida aparece otra “niña” (61

años más joven que él), “La chica de la coleta”, el amor romántico de un hombre

que se sabe impotente y que ya no puede hacer el amor. Sylvette David.

 

15-Sylvette David

(“La chica de la coleta”)

Sylvette David nació en Paris en 1934 en un ambiente artístico, ya que su

madre era pintora y su padre un comerciante de obras de arte, por lo que desde

muy joven ella misma ya encausó su vida por la senda del arte. Era una chica muy

mona en lo físico, aunque muy delgadita y muy estirada (su madre de pequeña la

llamaba “mi Junco”, quizás porque al andar se cimbreaba con el garbo y la

flexibilidad del junco cuando se mueve llevado de un lado a otro por el viento),

pero sobre todo eran los cabellos rubios, que ella se ataba en forma de coleta, lo

que más llamaba la atención al verla. Coleta, que por indicación de su padre,

comenzó a atarse muy alta, cosa que no se hacía en aquellos tiempos en el mundo

del peinado… y además era, y lo siguió siendo siempre, una chica alegre,

simpática y muy avistada e inteligente.

Cuando conoció a Picasso en Vallauris el pintor tenía ya 73 años y ella

apenas 20, o sea que el genio le llevaba 54 años. Fue visto y no visto, porque

nadie les presentó ni entre ellos se habló nada en aquella primera visión. Ella

había acudido a la alfarería de los amigos de Picasso con su novio Toby Jellinek,

que era un joven artista que se dedicaba a hacer muebles futuristas y habían ido a

la alfarería buscando ayuda y posibles clientes. Picasso la miró, se acercó al novio

para interesarse por su obra y hasta le compró dos sillas. Aquel día no hubo más,

aunque los dos artistas quedaron en verse cuando le llevasen a su casa las sillas.

Sin embargo, al día siguiente cuando Sylvette, el novio y unas amigas

estaban sentados en la terraza de la vivienda de unos amigos, de pronto se oyó

un pequeño ruido y al volver los ojos los presentes hacia el lugar donde provenía

el ruido vieron que por el muro se descolgaba un cuadro, era el dibujo que

Picasso le había hecho sin decirle nada y sin tenerla como modelo… y más

gracioso aún, tras el cuadro apareció la cabeza del genio, que con una gran

sonrisa les saludaba con la mano y les invitaba a pasar a su casa (la casa de los

amigos de Sylvette estaba justo al lado de la del pintor). Y con aquel cuadro, un

dibujo a lápiz que más parecía una foto, se presentó la pareja en casa del genio.

Pero, a partir de este momento me van a permitir que me limite a recoger el

relato y las palabras que la propia Sylvette diría muchos años después, cuando

Picasso ya había muerto y ella ya había sobrepasado los 70 años de edad, en las

entrevistas que le hicieron en el “Museo Picasso” de Málaga cuando fue invitada

el año 2008.

“Yo era una niña de 19 años extremadamente tímida. Tenía miedo de todo,

hasta de hablar. Cuando el famoso pintor me pidió que posara para él en abril de

1954, llegué asustada a su taller con un abrigo gris ceñido al cuello. Me quería

pagar, pero me negué, temiendo que me pidiera que me desnudara.

Aquel día Picasso nos mostró sus cerámicas y sus cuadros y me preguntó si

podía posar para él y en aquel momento no supe que decirle, pero la realidad fue

que durante unos meses yo acudí al estudio y posaba. Picasso me dio un beso en

cada mejilla. Olía bien, estaba recién afeitado, me pidió con amabilidad que me

sentara en una mecedora frente a la ventana y, lo más importante, que me

mantuviese siempre de perfil. Picasso fumaba continuamente”.

 Señora Corbett (Silvette David había cambiado su nombre y sus apellidos y

había adoptado el nombre de Lydia Corbett tras uno de sus matrimonios),

me extraña mucho que siendo usted tan bella y tan joven en esa época de la

que usted habla el Minotauro, un verdadero devorador de mujeres, se

limitara a unas relaciones románticas, ¿seguro que no hubo más? –le

preguntó uno de los periodistas.

 Ja, ja, ja –y Sylvette o Lydia dejó escapar unas risas amplias y sonoras-,

pues si le digo la verdad, sí, claro que lo intentó, aunque, eso sí, de una

manera muy sibilina. Verá, un día cuando ya llevábamos un buen rato

trabajando, se levantó de donde estaba sentado, me cogió de la mano y me

llevó hacia dentro de la casa para enseñarme “su” dormitorio. Pero, nada

más entrar lo que hizo fue dar un salto, a pesar de su edad tenía gran

agilidad, y comenzó a dar saltos sobre la misma. Naturalmente, yo capté la

invitación que me estaba haciendo y tan pilla como él comencé a saltar y a

reír, pero sin subir a la cama. Otro día, del mismo modo, me llevó hasta el

garaje y abrió las puertas de atrás y me pidió que subiera, era un Hispano-

Suiza grande y espacioso, ya dentro se puso a jugar como dándome a

entender que íbamos de viaje y con su chófer al volante. Entonces sí, en un

momento se atrevió a algo más, me cogió la mano y con ella en la suya tocó

mi rodilla. Naturalmente yo me di cuenta enseguida de lo que pretendía y

me aparté casi al otro extremo del asiento. No hubo más. Bueno, sí, ahora

lo recuerdo. Otro día cuando llegué al Estudio había colgado un cuadro en

un caballete y lo había cubierto y me pidió que lo descubriese (“aunque si

no te gusta –dijo- me lo dices y aquí mismo lo rompo”) y mi sorpresa fue

verme desnuda. Pero no dije nada y eso creo que le enrabietó. (“¿Qué, no

dices nada?”. “Bueno, no está mal”. “Mi pequeña, ayer tarde cuando te

fuiste y me quedé mirando tu retrato se me ocurrió hacer con tu retrato lo

que Goya hizo con su Maja vestida. ¿Sabes que Goya después de pintar

vestida a la Duquesa de Alba la pintó desnuda?”. “No, no lo sabía, pero creo

que el artista es libre de pintar lo que pase por su cabeza”. “Exacto, es lo

que yo digo muchas veces: yo no pinto lo que veo, yo pinto lo que pienso”).

Fue el último “sueño” del Minotauro Picasso.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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