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NARRADOR.- Hoy, la vida de Ricardo Wagner, un genio musical de leyenda… un mito de la música de todos los tiempos… ¡aquel monstruo que con Beethoven y Mozart reina en el Olimpo de la creación y la inspiración sinfónica!… ¡Wagner! el hombre que revolucionó la música, el teatro y la ópera… y supo llegar a la síntesis de todas las artes… el ímpetu de la raza alemana y el despertador de la conciencia nacional de un pueblo predestinado… ¡aquel que quiso y supo aunar los genios de Shakespeare y Beethoven!… ¡¡Wagner!!… el creador del drama musical… el heredero de la tragedia griega… el padre de «Tristán e Isolda» y «Parsifal»… ¡aquel monstruo que puso en pie el mundo indescriptible de la mitología germana!… ¡aquel compositor increíble de quien Tchaikovsky dijo que su paso por el mundo marcaría una época en la Historia del Arte!… ¡aquel de quien Nietzsche llegó a decir que era el símbolo de Europa!… ¡Ricardo Wagner!… el anillo de los Nibelungos, el joven Sigfrido y el crepúsculo de los dioses…
Sigue NARRADOR.- (en otro tono). Ricardo Wagner vino al mundo el mes de mayo de 1813… cuando todavía cabalga por Europa el mito Napoleón y la noble y fuerte nación alemana es la servidora de los reyes y la esclava de los Imperios. A los pocos meses muere su padre y la viuda Wagner se casa en segundas nupcias con Luis Meyer, que sería el verdadero padre de los siete huérfanos y el primer director espiritual del genio.
A los nueve años asiste por primera vez a un concierto, con su hermana Clara, que era ya soprano, y oye hablar de Weber, Mozart y Beethoven…
A los dieciocho años, cuando Wagner ya ha leído a Shakespeare y los trágicos griegos… y su personalidad lucha por salir a flote, una noche, en Dresde, asiste a un concierto y oye, por primera vez, esta música…
(aquí hay que dejar oír una parte de la 9ª sinfonía de Beethoven)
WAGNER: «Una noche oí por primera vez la 9ª Sinfonía de Beethoven. Tuve fiebre y caí enfermo… Al recobrar la salud me convertí en músico… aquella sinfonía encerraba ciertamente el secreto de todos los secretos y fue mi primer cuidado sacar copia de la misma y aprenderla de memoria…»
NARRADOR.- Después de esta «decisión» de Wagner la vida del genio entra en la vorágine… una vorágine en la que se mezcla el amor y la pasión; la filosofía y la política; el arte y la anarquía; el drama y la tragedia… Pero todo, al servicio de la música. Porque desde 1848, el año de la Revolución en toda Europa, a sus 35 años, hasta 1883, el año de su muerte, a los 70, ya no hará otra cosa que música. «Rienzi», «El buque fantasma o el holandés errante», «Tanhauser», «Lohengrin», «Tristán e Isolda», «Los maestros cantores de Nüremberg», «El anillo de los Nibelungos» y «Parsifal… ¡he aquí la obra del genio!
LA HISTORIA.- Pero en la vida de Wagner hay algo que escapa a los biógrafos. Algo que difícilmente puede llevarse a las páginas de una biografía… ¡Es el amor!… ¡Ese AMOR que arrancando en el rostro de una mujer se eleva hasta la grandiosidad de un espectáculo divino!… porque nadie como Wagner necesitó el amor para inspirarse y alcanzar la gloria de los dioses.
Tres mujeres llenan la vida de Ricardo Wagner: Guillermina Planner, su primera esposa; Matilde Wesendock, la amante que despierta al genio… y Cósima Listz, la segunda esposa, aquella que le da los hijos y el reposo necesario para escalar lo sublime.
WAGNER.- «Minna , mi primera mujer, era de aspecto gracioso, fresca y lozana… una joven actriz que tenía en sus maneras y en sus movimientos una amable y atractiva dignidad… ¡Lástima que no pudiese soñar!… Su mente estaba atada a la realidad y la realidad fue siempre mi peor enemiga… Me divorcié de ella porque no pudo atarme a la sensatez y a la estabilidad… ¿Cómo puede un genio atarse a lo sensato y a lo estable?… ¡El genio siempre será anárquico e imprevisible!»
«Matilde fue otra cosa… Matilde fue esa mujer que todos deseamos y que no podemos tener porque ya es de otro… Matilde fue el amor en silencio, la pasión oculta, el miedo a ser descubiertos… Ella fue la que me inspiró «Tristán e Isolda», el amor imposible y la muerte. La heroína de mis sueños y mis desenfrenos. Por eso la amé tanto, porque no pude poseerla a la luz del día… Y, sin embargo, mi vida sin ella no tendría sentido. ¡Fue algo maravilloso que terminó como terminan los cuentos de hadas!… aunque, también es verdad que pudo terminar como el Werther: su marido se interponía siempre entre nuestro amor imposible…»
«Cósima… ¡ay, Cósima!… era la hija de mi amigo Franz Listz y la mujer de mi discípulo Hans von Bullov… ¿por qué el amor ha de presentarse siempre unido a lo imposible o a la tragedia?… Yo sabía que acercarme a Cósima era herir a un amigo verdadero incluso supe desde el primer momento que allí, en ese amor, estaba mi deshonor… Pero, ¿puede entender una pasión como la que se despertó en mí por Cósima de deshonor o deslealtad?… Juro, sin embargo, que a pesar de todo fui incapaz de atraerla a mí hasta que un día me hablaron sus ojos… ¡porque fue aquel día cuando ella me dijo que también estaba dispuesta a saltar la barrera de lo imposible!… Entonces, ya no pude controlarme y traicioné el poco sentido común que me quedaba… Cósima fue luego, y siempre, la mujer que doblegó el desatino y la pasión.»
LA HISTORIA.- Ricardo Wagner vivió, sin embargo, para la música y el teatro. Porque ese fue, en verdad, el gran amor de su vida. Algo que estaba incluso por encima del propio Wagner… De ahí que al hablar de sus amores no haya más remedio que hablar de la Tetralogía en la que narra la ambición de los dioses y la pureza de los héroes: El anillo de los Nibelungos. Porque esta obra fue la gran pasión de su vida. Una pasión que le dura desde 1848, cuando comienza a escribirla, hasta 1876, cuando, por fin, la ve estrenarse en el Santa Santorum de Bayreuth… aquel «palacio wagneriano» que todavía hoy asombra al mundo.
Pero llegados aquí, no hay más remedio que abandonar el camino conocido y adentrarse por el menos transitado de la leyenda. Quizás porque nadie como Wagner supo rodearse de leyendas y de quimeras, de sueños imposibles y ambiciones inenarrables… Así que la Historia, que soy yo, hace mutis por el foro y deja paso a la fantasía… y al genio creativo del autor.
NARRADOR.- Todo ocurrió un día cualquiera de 1880 en la ciudad de Venecia… Wagner trabajaba en la obra que sería su testamento musical; «Parsifal»… y en su cerebro estaban gritando Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Shakespeare, Goethe, Dante, Hegel, Bakunin, Niestzsche, Schopenhauer y Beethoven… Es decir, los «amigos de ayer y de siempre». Fue entonces, aquel memorable día, cuando sucedió esta patética escena…
WAGNER (gritando).- ¡No puedo!… ¡No puedo!… ¡No puedo dominar este misterio que tengo en la cabeza!… ¡Se me escapa!… ¡Me puede!… ¡Oh, miserable criatura humana!… Quiero dominar a Dios y Dios se me escapa y se ríe… ¡Escuchad las risas de esa endemoniada mujerzuela que es mi imaginación!… ¡Escuchad las risas del infierno!… (aquí deben oírse unas risas de todos los matices)… ¡No puedo!… ¡Mi mente no puede!… ¡El rey del Grial se ríe de mí!… /¡¡¡Wagner!!!… ¡Eres un iluso!… ¡Impotente! ¡Miserable criatura!… ¡Vanidosa criatura!… ¡Wagner!… de qué te sirve tu genio… si no puedes abarcar el misterio de Dios en tu mente?… ¿de qué te sirve tu ambición… si no puedes alcanzar la luz del Grial?… ¿de qué te sirve tu desbordante imaginación… si no puedes crear la extradimensión del sueño imposible? ¡¡Wagner!!
CÓSIMA.- ¡Por Dios, Ricardo!… ¿por qué gritas de ese modo? ¿Qué te ocurre?, ¿qué te sucede?
WAGNER.- ¡No te metas en esto, Cósima!… ¡Déjame solo! ¡Estoy furioso!
CÓSIMA.- Pero ¿por qué, amor mío? ¿Por qué?
WAGNER.- ¿No lo entiendes?… ¿Cómo puedo estar si mi mente no es capaz de decir lo que quiero decir?… ¿Cómo puedo estar si siento que el genio es incapaz de salvar la barrera de lo desconocido?… ¡Vete!… ¡Esta es mi guerra!… ¡La guerra del genio con Dios!… ¡Busco la redención por la renuncia y el amor… y no la encuentro!… ¡Busco la salvación por el sacrificio y la piedad… y no la encuentro!… ¡Oh, mísero de mí… y yo que me creía un genio!
CÓSIMA.- ¡Por Dios, Ricardo, por Dios!… ¡Tranquilízate! Tú sólo eres un hombre…
WAGNER.- ¡Pues eso es lo que me atormenta!… ¡Y lo que me subleva! ¡Y lo que me deprime! ¡Y lo que me asusta!… ¡Que sólo soy un hombre!… ¡Yo, Ricardo Wagner, tengo que ser más que un hombre! ¡Wagner tiene que ser el genio de los genios!… ¿Cómo si no podría Wagner hacer lo que quiere hacer?
CÓSIMA.- Pero, Ricardo, por favor…
WAGNER.- ¡Vete, Cósima!… ¡Vete!… Esta guerra es mi guerra (y como hablando consigo mismo)… Tengo que conseguirlo. Tengo que doblegarlos… ¡Quiero hacerlo!… Quiero fundir en un pensamiento, ¡en uno solo!, la obra de Shakespeare y Beethoven; la de Dante y Hegel, la de Nietzsche y Esquilo; la de Schopenhauer y Goethe… ¡Quiero sintetizar la conciencia del hombre y la sabiduría de Dios! ¡Quiero fundir el alma de la nación alemana en un alma nueva! ¡Quiero crear el héroe de Europa!… (Y grita desgarradamente) ¡¡Y no puedo!!… ¡No puedo! Mi mente se resiste y la luz se me escapa… Mi imaginación no llega y se muestra impotente… Mi cerebro se ha secado y mi alma ya no vuela… ¿Qué está ocurriendo dentro de mí?… ¿Por qué? ¿Por qué no puedo dominar los fantasmas de mi mente y abarcar de una sola mirada los misterios de la vida y de la muerte?… ¿Qué hay más allá de la vida y de este mundo?… (De pronto, como si hubiera visto la luz, grita)
¡¡Parsifal¡¡… ¡¡Parsifal!!
¡Oh, torpe de mí!… ¡Cómo no haberlo visto antes!… ¿Cómo pudo mi mente ofuscarse ante la simplicidad de lo divino?… ¡Dios! ¡Parsifal!… El amor a la verdad… la VERDAD como meta… el final de todos los caminos… ¡Oh, Wagner, Wagner… qué grande eres!
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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