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La Humanidad se encuentra en el momento más álgido de su historia. El desarrollo tecnológico ofrece un potencial de nivel de vida como nunca se ha tenido hasta ahora, debido a los adelantos en la producción de alimentos, transportes, comunicaciones, etcétera.

Las democracias occidentales en su conjunto aparecen como un foco de libertad y prosperidad a los ojos del mundo, pero en su propio seno hay poderosas contradicciones y conflictos sociales. Los ideales de la Revolución Americana de 1776 y de la Revolución Francesa de 1789 despertaron grandes esperanzas, pero no han tenido un desarrollo adecuado para satisfacer a los ciudadanos.

Como contrapartida surgió el marxismo que pregonaba la llegada del hombre nuevo mediante la eliminación de la propiedad privada y con una visión plenamente materialista y atea de la historia. Su implantación en Rusia en 1917 dio lugar a la creación de la poderosa, totalitaria y temible Unión Soviética, que actuó como plataforma para extender el comunismo y llevarlo a dominar a un tercio de la población y del territorio mundial.

La caída del Muro de Berlín en 1989 y el subsiguiente abandono del comunismo, por parte de los países de la Europa del Este y por la propia URSS, abrieron una nueva oportunidad de esperanza. Sin embargo, los modelos que ofrecían las democracias occidentales no fueron suficientes para cambiar el rumbo de las cosas y lograr la transición desde la etapa de guerra fría a una de cooperación mundial. Su insuficiencia ideológica ha contribuido a la expansión de dictaduras marxistas, o teocráticas, por América Latina y por todo el mundo y hoy a graves situaciones como la invasión de Ucrania por una Rusia que aún se inspira en los principios marxistas, en la hoz y el martillo y en el ultranacionalismo.

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La realidad es que los egoísmos de unos y las envidias de otros han dibujado un mapa de desesperanza social mundial. ¿Cuál es la solución? Pretender que la respuesta sea el mero desarrollo de la economía de mercado no parece suficiente. Tampoco nuevos modelos de democracia, sean de representación mayoritaria o proporcional.

Es imprescindible una nueva ideología que crea que la convivencia es posible. No basta una mera ideología materialista. El marxismo no puede ser alternativa válida ya que propugna el enfrentamiento a muerte. Su concepto materialista dialéctico del ser humano no explica de donde surgen los ideales de la generosidad, la bondad, la fraternidad, la libertad y la justicia. Su propuesta de eliminar la propiedad privada, como presunta culpable de la explotación y la injusticia, también ha fracasado, como demuestra la experiencia de los países ex comunistas de la Europa del Este y el caso de la China comunista, hoy convertida al capitalismo.

¿Y si la solución estuviese en Dios? Dios como fuente de la Armonía del Universo y del Amor en la sociedad humana, como eje del mundo que El anhela desde el principio de los tiempos. Las grandes religiones comparten la idea de un Dios que propugna el amor. Para ser creíbles deben renunciar aún más a sus históricas, y/o actuales, relaciones de conquista violenta y de dominio autoritario. Pero eso no basta. Deben con urgencia tender puentes de diálogo, reconocer que es el mismo Dios el que se encuentra detrás de todas ellas, hacer intensas declaraciones y gestos públicos conjuntos de respeto y fraternidad, y abrirse a posibles explicaciones racionales, que puedan atraer a una gran masa de personas que se han alejado de ellas por verlas como fuente de discordia y de fe ciega. El concepto de Dios, su papel en la Historia, el origen del Bien y del Mal, su posible Reino «así en la Tierra como en el Cielo«, requieren que las religiones profundicen para encontrar explicaciones que atraigan racionalmente a los ciudadanos. Todo ello sin olvidar que lo que más mueve es el ejemplo.

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Visto así cabría decir que no serían solo los Parlamentos sino también las Religiones las que tienen que dar respuesta a la profunda crisis de la Humanidad. Aunque parezca chocante ¿por qué no pensar que se abre una nueva etapa para que las Religiones manifiesten el valor de lo auténticamente religioso? En realidad, el papel de la religión es religarnos con Dios y con todos los miembros de la gran familia humana. Es el momento crucial de que las Religiones contribuyan decisivamente a crear una Era de Verdadera Paz.