24/11/2024 00:10
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Me inclino por la vacunación sin reservas, pero no olvido el necesario mantenimiento de la libertad de hacerlo o negarse a ello.

La vacunación forma parte de la solución a la tragedia que estamos viviendo desde marzo 2020, agudizada por la nefasta gestión de un Gobierno parasitario, ineficaz, cargado de muertos y capaz de ocultar más de 30.000 cadáveres, según los tribunales. Con esos datos, y siguiendo los criterios que la izquierda siguió con el Ébola, juzguen ustedes si deberíamos decir que tenemos un “Gobierno asesino”. El mío es muy claro y afirmativo. Y si no, que se lo pregunten a quienes han vivido la tragedia en sus carnes, como mi admirado e ínclito amigo, Ignacio F. Candela, quien lo sufrió en primera fila y en familiares de primer grado de consanguinidad.

No hay duda de que el hecho de vacunarse, o no hacerlo, es una decisión personal. No es obligatorio pasar por la vacuna. Es evidente que no se puede forzar a nadie a ello, pero si vacunarse es parte de esa solución que llevamos meses buscando, ya me dirán de qué es parte no hacerlo. Lo triste es comprobar que hasta las ideologías han jugado su partido y doy fe de que ha sido nefasto. Han podido influir los politiqueos y los precios de las vacunas, además de que –según las franjas de edad– se pongan las procedentes de una farmacéutica u otra.

Es penoso el capitalismo que vivimos porque todavía pensamos que lo más caro es lo mejor y lo más barato es más insignificante. La dosis de AstraZeneca cuesta 1,78€; la de Pfizer alcanza los 12,5€; Moderna se va a 14,65€ y Jenssen cuesta 8,65€. Hasta el ‘Doctor Google’ lo sabe. Poner el grito en el cielo porque nos inyecten AstraZeneca forma parte de la ignorancia: como consecuencia del politiqueo habido con ésta, se han investigado los efectos secundarios más que en ninguna otra.

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Informes y revistas médicas inciden en que, por cada 25 millones de dosis, la posibilidad de trombos es de un 0,17 por 100.000 habitantes, en tanto que en personas no vacunadas se eleva al 0,22. ¿Acaso no hablan los datos o es que no sabemos entenderlos? Ni Pfizer ni Moderna garantizan menos posibilidad de trombo que AstraZeneca. Tras semanas indagando al respecto, es evidente que el beneficio de vacunarse con AstraZeneca es muy superior al riesgo.

Ni siquiera EE.UU. ha sido capaz de renunciar a los 20 millones de dosis de reserva de AstraZeneca. ¿Saben que las vacunas de Pfizer, enviadas a Israel, se pagan al triple que en Europa? La contraprestación es más propia de farmacéuticas y gobiernos delincuentes que de empresas e instituciones preocupadas por la salud de la ciudadanía. Ahí lo dejo. Tiren del hilo.

Hoy no es secreto decir que, en cuanto a esos efectos secundarios, la vacuna de AstraZeneca no genera más que la de Pfizer, Moderna o Jenssen. Incluso voy más allá: al parecer, numerosos informes sanitarios aconsejan no poner límite de edad por arriba en la vacunación con “Astra”. El Reino Unido es la vacuna que ha utilizado y empieza a sacar la cabeza, a la vez que a dar márgenes de apertura económica a numerosos establecimientos. Lo curioso es que en numerosas ocasiones ha puesto como ejemplo a Madrid y la gestión de Díaz Ayuso. Esa es la prueba de que la verdad no está de parte de quien más grite. La ultraizquierda española grita siempre, tenga razón o no, albergue razonamiento o no. Sabido es que, en una carrera de carros, el que más se oye es el que tiene las ruedas más estropeadas.

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La experiencia me dice, como vacunado con AstraZeneca, que, si tuviera que volver a hacerlo, lo haría sin dudar. Efectos secundarios graves, ninguno. Efectos leves, ninguno. Efectos tangenciales, sí: hambre, mucha hambre y permanente, algo que nunca fue habitual en mí. En fin, vistos los resultados, me vacunaría cada sábado y lo volvería a celebrar de la misma forma.

Finalmente, indicar el SÍ A LA VACUNA DE ASTRAZENECA, sin temores, miedos ni reparos. Con los datos actuales, no entiendo la absurda negativa. Eso sólo nos llevará a tener que hacer protocolos y certificaciones de vacunados, como se hizo en EE.UU. Me inclino por la vacunación sin reservas, pero no olvido el necesario mantenimiento de la libertad de hacerlo o negarse a ello. Recuerden que, en palabras de Camus, la libertad no es más que una oportunidad de ser mejores.

Autor

Jesús Salamanca Alonso