14/11/2024 03:54
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Gabriel Aromir. Licenciado en Química por la Universidad de Barcelona. Máster en Dirección de Empresas (EADA, Barcelona). Máster en Marketing Farmacéutico (EADA). Programa de Marketing Digital (Universidad Rey Juan Carlos). Más de 30 años de experiencia en el sector Farmacéutico-Salud. Ha trabajado en varios laboratorios y empresas del sector, ocupando cargos de Visitador Médico, Key Account Manager, Acceso al Mercado, Jefe de Ventas, Jefe de Proyectos y Director General de la empresa que fundó, SaluSearch.

Y desde siempre, ha intentado vivir con coherencia su Fe Católica. Felizmente casado con una gran mujer que le ha enseñado mucho y siempre a ser mejor persona.

¿Por qué decidió dar una charla sobre Farmacia, Salud y Espiritualidad?

En síntesis, se podría decir que hay un par de razones que están interrelacionadas. La primera y principal es que creí que con mi experiencia sectorial, conocimientos y mi modesta fe podría ofrecer una sesión para beneficio espiritual, intelectual y saludable a nuestros queridos feligreses (y más personas, si se difunde por streaming) que se reúnen periódicamente en la Iglesia de Montealegre de Barcelona.

La segunda es que yo ya tenía una presentación sobre este tema, pues no hace mucho había dado una charla a modo de catequesis de adultos en la Parroquia de Sant Esteve de Barcelona. Así pues, en un momento dado (a finales de julio) en que el Sr. Daniel Arasa comentó que faltaban conferenciantes para el siguiente curso, me levanté del asiento como un resorte y corrí a decirle que tenía un tema «caliente» que podía ser de interés… Lo he desarrollado un poco más y he mejorado la presentación. Y aquí estoy.

¿Cuáles son las razones más profundas por las que los católicos debemos cuidar nuestra salud?

Además de lo que dictan el sentido común y el instinto de supervivencia – que no son poco -, las razones para cuidar esmeradamente de nuestra salud (ojo, no obsesivamente) son que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, pues estamos creados a imagen y semejanza del Creador; y a la vez que hemos recibido un Mandamiento muy importante, el Quinto – No Matarás – que nos dice que tenemos la obligación de velar por nuestra salud. «No Matarás» no se limita solo a su significado obvio (salvo en legítima defensa como sabemos), sino que es un Mandamiento muy amplio.

Una de las facetas del «Quinto» es que no debemos atentar contra nuestra propia vida: no solo no suicidarnos, ni siquiera planteárselo, sino también no perjudicar a nuestra salud, pues sería ir auto-matándonos poco a poco. Valga decir en este sentido, que fumar en demasía, beber alcohol en demasía, tomar drogas, incluso la ludopatía (se está atentando contra la propia salud mental), el no cuidarse, tener malos hábitos de vida, comer mal continuamente sin preocuparse, y un largo etcétera son actitudes que infringen este sagrado mandamiento. Una de estas malas actitudes sería despreocuparse o no querer acudir a los profesionales sanitarios o no seguir sus recomendaciones o prescripciones cuando sea preciso, ya sea por miedo, por prejuicio, por dejadez…

¿En qué medida debemos evitar el alcohol y el tabaco?

Siguiendo la línea de la pregunta anterior, una cosa es fumar o beber al estilo de la «BBC» – es decir, en bodas, bautizos y comuniones; esto es, esporádicamente. Y otra muy diferente es al estilo del «8 – 20 – 24», es decir: el primer cigarrillo a las 8 de la mañana con el desayuno, me fumo 20 pitillos como mínimo al día, y hasta las 12 de la noche fumando… Bromas aparte, beber moderadamente con las comidas no perjudica. Fumar un cigarrillo o puro de vez en cuando tampoco (lo mejor es no fumar nunca).

A nivel orientativo, para las mujeres, más de tres bebidas en un día cualquiera o más de siete bebidas por semana se considera consumo excesivo. Para los hombres, el consumo excesivo significa más de cuatro bebidas en un día cualquiera o más de catorce por semana. Una frase que suelo decir yo siempre es que: el ser humano para vivir solo necesita comida sana y agua. Las demás sustancias sobran (salvo medicamentos de prescripción).

Igualmente es importante una alimentación sana y equilibrada y mantener una cierta disciplina en cuanto a horarios de comidas…

Afortunadamente en España poseemos un tesoro llamado «dieta mediterránea», lo cual nos permite portarnos bien en cuanto a los nutrientes sin excesivo esfuerzo. Hay que comer variado y sano, de manera que podamos ingerir los principios inmediatos (glúcidos o azúcares, lípidos o grasas y proteínas, básicamente) en su justa medida. Lo deseable es minimizar – habitualmente – la ingesta de azúcares refinados a la vez que grasas saturadas. Con ello minimizamos el sobrepeso, la aparición del síndrome de resistencia a la insulina (preámbulo de la diabetes), la hiperlipemia (colesterol y/o triglicéridos elevados). Eso es lo deseable en un «día de cada día». Ahora bien, como es lógico, algún día nos podemos descolgar tomando algún postre hipercalórico, alguna comida con contenido en grasa, unos torreznos… En todo caso, el régimen más estricto suele ser el de la diabetes.

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Conozco una anécdota muy interesante con un ex compañero de trabajo en uno de los laboratorios en que estuve. Me contó cómo enseñaba y habituaba a sus hijos pequeños a comer sano ya desde la niñez, para asegurarles una higiene alimentaria en su juventud y madurez. Jugando con ellos, hizo un collage con fotos de alimentos sanos para cada día de la semana (un menú) y de vez en cuando intercalaba alguna foto de «golosinas» (bollos, helados, tartas, chuches…): estos últimos eran los que comerían solo de vez en cuando.

¿Por qué es muy importante la prevención de las enfermedades en general?

La prevención es como un seguro. No en vano existe el refrán de «Más vale prevenir que curar». Con la prevención (por ejemplo con la higiene alimentaria que acabamos de comentar) y el diagnóstico precoz de ciertas enfermedades, se pueden atajar problemas muy graves y en definitiva, mejorar la calidad de vida y alargarla. A groso modo, el diagnóstico precoz favorece que se pueda atacar al enemigo cuando es pequeño, en vez de cuando es muy grande o muy tarde.

En este sentido y a modo de ejemplo, es muy recomendable someterse a los análisis o pruebas de detección precoz de cáncer de mama, colon, etc.

¿Por qué en esta época son tan habituales las depresiones y otro tipo de trastornos relacionados con la ansiedad?

Ciertamente, la depresión es como una epidemia invisible de la sociedad moderna. Es la primera causa de bajas laborales en España, y dramáticamente el suicidio es la primera causa de muerte de adolescentes en nuestro querido país. Como bien decía usted, muchos casos de depresión cursan con trastorno de ansiedad; son a veces como dos caras de la misma moneda.

¿Qué está pasando?

Si bien es cierto que el estrés, la vida súper acelerada, la mala alimentación y algunas enfermedades pueden devenir en depresión, una realidad irrefutable es que vivimos inmersos en una amalgama carente de valores y de esperanza (ya desde las autoridades), que hace que no se encuentren razones para tirar adelante contra los elementos y los problemas. En el caso de los jóvenes, la visión de un futuro incierto o nigérrimo, junto con la violencia que se palpa en la sociedad pueden contribuir a esas cifras que comentaba. Un ejemplo de esa violencia a la que me refiero es el dichoso bullying que se hace a veces en los colegios, incrementado con el mal uso de los móviles y redes sociales.

¿Cómo el ejercicio físico, el deporte, los paseos… ayudan al equilibrio emocional y a la salud?

El ejercicio físico moderado es «mágico». Tiene unos beneficios para la salud física y mental sorprendentes. Como bien dice puede ser un simple paseo, hábito muy económico a la vez que saludable. Al mover nuestro cuerpo y acelerar nuestro metabolismo, generamos endorfinas, serotonina, oxitocina… llamadas «hormonas de la felicidad», que no solo nos ponen de buen humor y nos ayudan a olvidar preocupaciones, sino que mejoran el funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestra salud.

Podría extenderme mucho más en la cuestión bioquímica, pero llegaría a aburrir. Lo interesante es la praxis habitual del ejercicio físico. Unos 15 o 30 minutos diarios (o en días alternos) caminando ligero es una buena norma.

Puedo rememorar experiencias de haber ido al gimnasio con una tormenta de preocupaciones y estrés en mi mente y al rato de estar practicando un ejercicio aeróbico sentirme mucho mejor y serme difícil recordar de qué me estaba preocupando hacía un momento, era emocionante. Incluso recuerdo una vez que llamé a una médico cliente con el móvil desde el gimnasio (algo que no se debe hacer…) y resulta que estaba en Estados Unidos, y con la diferencia horaria la pillé durmiendo. Con el susto que le dí y la confianza que me tenía a mí y al equipo, al decirle que la llamaba desde el gimnasio… me dio una bronca por teléfono que no olvidaré: ¡haciendo ejercicio olvídate de las preocupaciones y el trabajo!

¿Cómo ayuda la fe, la oración, a tener una vida serena y equilibrada para estar sanos de alma y cuerpo?

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La fe, apoyada y fortalecida por la oración diaria, es sin duda un gran baluarte frente a los embates de la vida. En mi opinión, si llevamos una vida coherente con nuestra fe y no nos dejamos llevar por tentaciones y no perjudicamos a los demás, tendremos una mente más equilibrada y serena, sin problemas de conciencia. Por otra parte, con una oración habitual y un diálogo fraterno con el Señor, sobre todo anclado en la meditación, la contemplación, allanamos el camino para la plenitud espiritual y psicológica que nos puede hacer mucho bien a nuestra salud de alma (obviamente) y cuerpo; entendiendo como salud del cuerpo también la de nuestro sistema nervioso, la salud mental. Ni qué decir tiene que para preservar la salud de alma y cuerpo, hay que cuidar el cuerpo: hacer vida sana, acudir al médico cuando toque y cumplir los tratamientos si los hubiere.

Pero la verdadera vuelta de tuerca, la gracia del asunto radica en que los católicos, además de relajarnos así ante el Santísimo Sacramento, sabemos que nuestro Creador y Creador de todo está realmente ahí frente a nosotros, y podemos relacionarnos con Él de tú a Tú. Solo de pensarlo aterraría, salvo que sabemos que Él es el Amor puro e infinito. ¿Quién puede decir eso? En palabras de un cliente médico muy amigo y creyente: «Los Católicos tenemos en la Fe una Muleta con la que poder caminar, y que no tienen los no creyentes, aunque lleven una vida muy sana».

¿Por qué esa misma fe nos da la fortaleza y aceptación en el momento de la enfermedad?

Efectivamente, por mucho que nos cuidemos podemos caer enfermos. Relacionado con la «muleta» que mencionaba antes, podemos dar un sentido a la propia enfermedad (o la del prójimo, si estamos a su cuidado por ejemplo). Nuestra Fe cristiana nos enseña que, contra todo pronóstico a los ojos del mundo, la enfermedad, el dolor tienen un sentido; un sentido vivencial y espiritual, teológico.

Para empezar, vivir esa enfermedad es mi vocación concreta en ese momento, e intentar curarme de ella mi obligación sagrada: por sentido común y por cumplir en uno mismo con el Quinto Mandamiento, haciendo caso a los profesionales sanitarios, etc.

Y profundizando más con visión apologética, sufrir esa enfermedad tiene un significado y sentido enormemente trascendentales: si uno está en Gracia de Dios, ofrecer esa cruz al Señor tiene un valor incalculable en la Comunión de los Santos, en el Cuerpo Místico de Cristo, y para la salvación y conversión de muchas almas… En definitiva, parafraseando a San Pablo: «… completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo». Esta visión singular y de conjunto de la enfermedad puede ayudarnos a sobrellevarla mucho mejor, a procurar no deprimirnos y caer en el desánimo o derrotismo, e incluso a recuperarnos antes.

¿Quiere añadir algo?

Solo querría añadir que agradezco mucho el que me haya dado usted esta oportunidad de compartir con todos los lectores de su blog estas líneas. Solo espero haber contribuido con mi minúsculo grano de arena a la salud física y espiritual de muchos.

También quería comentar que la Fe y la Ciencia (ética y profesional) son totalmente compatibles y ambas nos tienen que acercar a Dios. De hecho, la ciencia (una verdadera pasión intelectual para mí) es el resultado de un tesoro que Dios nos ha dado: nuestra inteligencia, a nuestra escala a imagen y semejanza de Él.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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