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Igual que un monarca antediluviano, Pedro Sánchez ha sacrificado a algunos de sus más próximos colaboradores en nombre del Poder. Tomando literalmente la frase de Iván Redondo sobre su disposición a ser arrojado barranco abajo, Sánchez lo ha lanzado en brazos de alguna suculenta empresa del Ibex35 donde se repondrá de la perfidia a base de emolumentos. El fracaso de la campaña Madrid puso en bandeja de plata la cabeza del “ideólogo mayor del reino”, responsable del descalabro electoral que ha colocado en la picota la existencia de Ciudadanos —herramienta muy conveniente para las élites—, y hasta el Gobierno de los social-comunistas. No es casualidad que la pantomima del anuncio con voz de pregonero —con la incorporación de ineptos para suplir a ineptos— se haya producido escasas horas después de la entrevista con Isabel Díaz-Ayuso. Se trata de una supuesta renovación que en realidad responde al viejo dicho de “mismo perro con distinto collar” o de, dicho con finura, “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”; que reza la manida cita del inmortal Lampedusa. Con ella en la mano, el doctor (sic) y autor de Manual de Resistencia (sic), se ha lanzado de lleno a aquello que mejor se le da: el chaqueteo.
José Luis Ábalos, a la sazón fiel escudero de Sánchez, ha sido el otro chivo expiatorio de la purga: unos suben y otros bajan según los caprichos de La Rueda de la Fortuna y de los augurios de los politólogos; además, Delcy le estará esperando al otro lado del charco para culminar su romance venezolano. Entretanto Miquel Iceta, que tiene aspecto de cura “progre” —de esos que, a pesar de hacerse los simpáticos marcándose bailes y batiendo palmas, sueltan hostias a discreción con el talante “soso, serio y formal” del Padre Gabilondo—, ha pasado a ser Ministro de Cultura y de Deporte. Sin duda, es el hombre ideal para el cargo; su categoría intelectual y su capacidad física así lo atestiguan, en cada caso. Estoy seguro de que no será su último Ministerio que regenta con su donaire natural, sabiendo que tampoco es el primero. Confío en que el próximo, más acorde con su preparación, sea un Ministerio creado a su medida: el de Asuntos Catalanes y Porcinos. Por su parte Carmen Calvo, experta en latines y feminista capaz de jugarse su vida y la del prójimo por la causa de la emancipación, ha recibido su relevo de Félix Bolaños, ahora bien recompensado por su servicio al dirigir la profanación del cuerpo del general Francisco Franco.
Pero la relación que en verdad ha periclitado es la de Sánchez con Podemos. Que no haya tocado ningún Ministerio, ni siquiera el del iluminado Garzón, no es una muestra de respeto ni de camaradería; es la evidencia de que con un muerto no se transige ni se negocia porque ya no vale la pena. Buena parte de los “diputados, diputadas y diputades” de Podemos tienen los días contados: Sánchez cuenta con ello. La pregunta es: ¿Evitará este perezoso lavado de cara el adelanto electoral o es precisamente el camelo que se le venderá al electorado de cara a unas elecciones inevitables? En cualquier caso, no creo que Sánchez esté optando por salir a ganar. Su discurso sigue creyendo en “una España social, verde, digital y feminista”, que es lo mismo que proponía en Madrid, donde ha acabado de tercera fuerza política. Los mismos barrios obreros madrileños que huyeron de esos discursos de “soldados y soldadas”, al decir del Presidente, se convertirán en los barrios obreros españoles empobrecidos por la pésima gestión económica de la pandemia y no mucho más favorables al remedo LGTBI. ¿A quién se quiere ganar Sánchez en realidad con su discurso globalista? Muy sencillo: a aquellos que llevan moviendo los hilos en su vida pública desde que era un socialista mediocre que, por suerte para él, chapurreaba sin renunciar a la dignidad el inglés y que, por lo tanto, resultaba óptimo para desempeñar un papel en primera línea dentro de la operación. Es su último guiño cómplice, su último gañido de perro fiel antes de ser sacrificado cuando ya no es viable para la caza.
Mientras, la canalla periodística bien financiada y subvencionada que reina en Twitter inculpa a Vox del cruel asesinato de un pobre muchacho, Samuel, cuyos presuntos ejecutores son un joven de origen brasileño, una mujer y un macarra de extrema izquierda, lo que encaja mal con la hipótesis “progre” del linchamiento nazi. Ya pudimos ver en el teatrillo organizado por la Cadena Ser para salvar al soldado Iglesias y en el imaginativo esperpento de las balas como se ponía en marcha el rodillo del Sistema para tratar de cancelar la opción política del partido de Abascal. Por eso a Pablo Casado ya le han instruido en Bilderberg para que se prepare a ejercer de Presidente-marioneta, en la línea de sus hipotéticos predecesores, e incluso de bastón ocasional de Sánchez antes de la caída definitiva. Ayuso, que va cortando cabezas con el brío de La Reina de Corazones, debe ser cercada en Madrid para que su gestión alternativa no tenga posibilidad alguna de alcanzar la Moncloa y de liberar al país de la pobreza a la que las élites le quieren condenar para dominarlo mejor. Por suerte para Garzón, en la España de 2050 serán pocos los que puedan permitirse o anhelen comer un chuletón. Donde no existe ese debate en el que hemos escuchado a veganos, vegetarianos, ecologistas, pijo-progres, bohemios-burgueses, filántropos, ganaderos, charcuteros, consumidores y detractores de la carne, políticos de todo signo y tertulianos de verbo fluido, es en las filas de reparto de alimentos de Cáritas.
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