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Sobre la valía, méritos y honorabilidad de nuestro compañero, y sin embargo amigo, Diego Camacho, nada hay que decir, porque su trayectoria profesional y personal lo viene diciendo todo desde siempre. Sobre la de Pablo Iglesias tampoco, sólo que en sentido diametralmente opuesto.
Viene a cuento lo anterior, porque se ha filtrado a la prensa –¿se imaginan por quién máxime a la vista de lo sesgado de las filtraciones?–, que tras un fallido intento de conciliación, obligado por ley, Iglesias ha interpuesto una demanda contra el Col. Camacho… por lo de siempre, por lo que está de moda entre personajes de la catadura del todavía Vicepresidente del des-Gobierno de España.
En la demanda, que todavía no le ha llegado a Camacho –¿se imaginan quién, por qué y para qué la ha filtrado a la prensa y de forma tan sesgada?–, Iglesias le acusa de atentar contra su honor y de calumnias e injurias por vincularle con el narcotráfico, el terrorismo y la desvelación de secretos oficiales sobre todo por un artículo publicado hace tiempo en este admirable periódico titulado “Las relaciones peligrosas de Pablo Iglesias” que les rogamos lean con atención (AQUÍ), especialmente el penúltimo párrafo y… saquen sus propias conclusiones.
Las nuestras, sobre el artículo y sobre el caso, son las siguientes:
Ante la avalancha de “manifiestos” de militares retirados que en el ejercicio de sus derechos y obligaciones constitucionales han hecho pública su profunda preocupación por la deriva del actual des-Gobierno, “manifiestos” cuya trascendencia ha sorprendido tanto al Ejecutivo como a sus cómplices, algo tenían que hacer Sánchez e Iglesias, y nada mejor que elegir una “cabeza de turco” de categoría personal y profesional, Camacho reúne ambas, para intentar evitar nuevos avisos que puedan despertar no sólo a los miembros en activo de las FF.AA. vinculadas directamente por el pueblo español por el Art. 8º de la Carta Magna en la defensa del ordenamiento constitucional, sino también a la parte sana de ese mismo pueblo y que es mayoría con independencia de su afinidad política. Represaliar a uno para cerrar, por el terror, la boca de todos, es pauta antigua de intolerantes y totalitarios.
En su brillante artículo, Camacho sólo recoge informaciones de otros medios, para luego, al final, simplemente solicitar al propio Ejecutivo, o sea, en realidad a Sánchez, supuesto jefe de Iglesias –¿o será al revés?–, a que investigue si lo que dichos medios venían y vienen diciendo sobre las relaciones de Iglesias es verdad, porque de serlo la gravedad para la seguridad nacional sería inconmensurable. Matar al mensajero fue también siempre pauta cruel y villana de sátrapas, tiranos y dictadores.
En ningún instante se advierte en Camacho la más mínima intención de herir el honor de Iglesias… en el supuesto caso de que el Vicepresidente lo tenga, lo que por otra parte deberá comenzar por demostrar. Conociendo, como conocemos, a Camacho, jamás se le hubiera pasado por la cabeza tal cosa. Pero es que en el imposible caso de que así hubiera sido y lo hubiera hecho, Camacho habría ofrecido sus disculpas antes de que Iglesias se las hubiera exigido. De todas formas, y de haberlo hecho, el acto de conciliación de poco le hubiera valido porque ello no impediría a Iglesias interponer una demanda civil exigiendo una compensación monetaria, que visto el apego que tiene al lujo tan ejemplar comunista, muy probablemente lo haría.
El honor está directamente vinculado con el cumplimiento de los deberes propios, tanto como persona, como profesionales. Pues bien, veamos con algunos ejemplos si Iglesias, en lo personal como en su ejercicio público, conserva el honor:
El respeto a los demás, en especial a su dignidad personal, es obligación del honor de cualquier persona que lo tenga. Cuando Iglesias deseó “azotar hasta que sangrara” a Mariló Montero –por lo que tuvo que pedir públicas disculpas reconociendo así haber vulnerado el honor de dicha mujer… y el de cualquier otra–, perdió su honor; además, por tal declaración debió dimitir ipso facto si fuera hombre en todos los sentidos.
Como diputado, y más aún como Vicepresidente, ha jurado o prometido cumplir y hacer cumplir la Constitución, en la cual se reconoce la Jefatura del Estado en la persona del Rey, al cual Iglesias zahiere un día sí y otro también, incumpliendo su deber para con el cargo que ocupa, por lo que al faltar a tal deber ha perdido su honor.
Asumió personalmente la responsabilidad de la lucha contra la pandemia en lo que a los mayores se refiere, que ha sido el colectivo más castigado con diferencia, falleciendo como moscas, en multitud de casos en condiciones tercermudistas, incluida la siempre execrable soledad, lo que ha sido denunciado reiteradamente, por lo que, al faltar a tal deber, repito que asumido directa y personalmente, ha perdido su honor.
Por último, y volviendo al artículo del Col. Camacho, que sólo recoge informaciones de otros, y simplemente pide que se investigue su veracidad, no sabemos hasta la fecha que Iglesias haya denunciado por ofender a su honor a dichas fuentes que le vienen vinculando: con el narcotráfico por sus relaciones con venezolanos cuya implicación en tal actividad delictiva está en manos de cortes internacionales, con el terrorismo por sus relaciones con proetarras o por su estrecha relación con Dina Bousselham cuyas andanzas son escándalo público desde hace meses.
Por lo dicho, con la demanda contra el Col. Camacho, tanto por su fondo como por su forma –filtraciones sesgadas de quién sea incluidas–, cabe sospechar que lo que Iglesias podría estar pretendiendo es: a) impedir el derecho y deber constitucional que tienen los militares retirados a expresar su opinión públicamente; b) impedir que por efecto dominó lo haga cualquier otro funcionario del colectivo que sea; c) impedir que lo haga cualquier ciudadano –¡tiene interpuestas demandas contra uno que ponía el Viva España de Manolo Escobar y contra otro que se comía un roscón de Reyes, ambos cerca de su casa “de protección social”–; d) impedir que calen las sospechas sobre su actuación como Vicepresidente; e) impedir que se investiguen las denuncias sobre sus relaciones con individuos relacionados con el narcotráfico, el terrorismo o servicios de inteligencia extranjeros y f) impedir que la opinión pública recuerde el dicho popular según el cual “dime con quién andas y te diré como eres”.
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