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«Al cumplirse las previsiones sucesorias se instaurará en su día la Corona en la persona del Príncipe de España, entregado a nuestro Movimiento y que tantas pruebas de lealtad y servicio nos viene dando. Aquel hecho decisivo ha sido concretado por la Ley de la Jefatura del Estado de 15 de julio pasado, al determinar las funciones del Príncipe de España en los casos de ausencia o enfermedad del jefe del Estado, que deja atado y bien atado, el futuro de nuestra Patria, irreversiblemente orientado en el camino de la grandeza, de la justicia y de la libertad».
«La política no consiste en hablar de los problemas en tertulias más o menos brillantes, pero sin el menor apoyo popular, sino en tomar conciencia de ellos, buscando las soluciones por medios operativos… El verdadero valor cívico no reside en la oposición por sistema, en la algarada verbal, en la crítica que sólo subraya dificultades insolubres, sino que el civismo se demuestra en la búsqueda de soluciones constructivas, en la cooperación de todos en el esfuerzo por alcanzar las metas propuestas y, en definitiva, en las aportaciones auténticas a la grande y sugestiva empresa histórica que es la Patria».
«Se equivocan los que creen que nuestro proceso de institucionalización política podría, más tarde o más temprano, conducir a una fragmentación de la unidad social en múltiples partidos políticos. Si en algunos pueblos funciona con eficacia el contraste de pareceres por esas vías, es porque éste se ha forjado y disciplinado en una norma unitaria que todos aceptan. Pero el ejemplo de los otros no nos sirve, cuando nuestra historia es en ese terreno suficientemente elocuente».
«Los españoles de hoy saben que hay una jerarquía de valores naturales en la que se funda la convivencia política y que ésta es imprescindible para alcanzar el progreso y el bienestar… En nuestro sistema institucional se acepta la opinión pública como cauce de contraste de pareceres, pero con el fin de llegar a la concurrencia de criterios. Es la unidad la que preside nuestro Sistema, que tiene como uno de sus fundamentos la formación de un orden social justo, en el que todo interés particular, queda subordinado al bien común».
(18-XI-1971, discurso de apertura de la décima legislatura).
La cruzada
«Luchamos por librar a nuestro pueblo de las influencias del marxismo y del comunismo internacionales, que se introdujeron en nuestro país para hacer de España una sucursal del bolchevismo moscovita. Queremos salvar con esta lucha los valores morales, espirituales, religiosos y artísticos creados por el pueblo español a lo largo de una gloriosa historia, y que constituyen la base de nuestra existencia nacional e individual».
(VII-1937: Declaraciones al «Leipziger Illustrierte Zeitung»).
«El Ejército, secundado por el pueblo y las milicias, se alzó contra un gobierno anticonstitucional, tiránico y fraudulento, y, cumpliendo con lo que preceptúa nuestra ley constitutiva castrense, se erigió en defensa de la Patria, defendiéndola de sus enemigos exteriores e interiores. ¡Sublime precepto que compendia la más augusta y trascendental misión!».
(18-VII-1937: I Aniversario del Alzamiento. Salamanca).
«Al Ejército no le es lícito sublevarse contra un partido ni contra una Constitución porque no le gusten; pero tiene el deber de levantarse en armas para defender a la Patria cuando está en peligro de muerte».
(19- VII-1937: Declaraciones a »ABC» de Sevilla).
«La guerra de España no es una cosa artificial: es la coronación de un proceso histórico, es la lucha de la patria con la antipatria, de la unidad con la secesión, de la moral con el crimen, del espíritu contra el materialismo, y no tiene otra solución que el triunfo de los principios puros y eternos sobre los bastardos y antiespañoles».
(27-VIII-1938: Declaraciones a la agencia «Havas»).
«No había libertad, cambiada por el libertinaje de los partidos del Gobierno; no había igualdad, porque la destrozaron los que desde el Gobierno se declaraban beligerantes. No había fraternidad, porque ésta era desmentida por los asesinatos de los hombres políticos de oposición, llevados a cabo por la aprobación y complicidad de las autoridades y del Gobierno».
(4-XII-1938: «Corriere della Sera»).
«El Alzamiento Nacional tuvo desde los primeros momentos un carácter eminentemente popular y nacional, del que no podía privarle el que hubiera sido dirigido y encabezado por el Ejército, que cumplía así la voluntad de la nación y los sagrados deberes que, como salvaguardia de la Patria, le señalaba taxativamente su ley constitutiva, al establecer su misión de defensa en el interior y en el exterior».
«La cuestión no podía presentársele más clara: la Patria no podía ser patrimonio que una generación pudiera inconscientemente destruir, sino legado que recibimos de las generaciones que nos precedieron, y que hemos de entregar mejorado y enriquecido a las que nos sucedan».
(17-VII-1956: Madrid. Consejo Nacional del Movimiento).
La victoria
«Nuestra Victoria no ha sido de una persona o de un partido: nuestra Victoria ha sido la victoria de la fe, de las tradiciones, de los hogares, del campo y la ciudad; de la fábrica y del trabajo, del pobre como del rico; triunfo de todos y derrota sólo de la antiespaña».
(17-XI-1945: Vitoria)
«Sin nuestra Victoria, el curso de la última conflagración internacional hubiera sido bien distinto, como vieron claramente los aliados en momentos que pudieron ser decisivos, aunque en sus palabras y en sus obras no hayan luego correspondido suficientemente para saldar la deuda que ellos en particular, y el mundo cristiano en general, continúan teniendo con España. No somos deudores, sino acreedores. Desde este punto de vista, el saldo a nuestro favor es incuestionable. Pero procede aquí valorar otros aspectos que aún se pretende desconocer o silenciar por muchos de los gobernantes del llamado mundo liberal».
(3-VI-1961: Madrid. Cortes españolas).
Crítica histórica
«De la coronación de Alfonso XIII al 14 de abril de 1931, período que España arruinada y desarmada arrastra una vida más tranquila en los primeros veintiocho años, veintinueve gobiernos; dos presidentes asesinados; tres atentados contra el rey; varios movimientos revolucionarios; un descalabro militar y proclamación de la dictadura. Esta dura siete años, único paréntesis, con término de la guerra de Marruecos, de paz, de orden y progreso. En el año que le sucede, dos gobiernos que terminan, en el destronamiento del rey y el hundimiento de nuestra monarquía secular.
La República, que va desde abril de 1931 a julio de 1936, compendia todas las alteraciones, revoluciones y anarquía de todas las épocas anteriores. En poco más de cinco años hubo dos presidentes, doce gobiernos, una constitución constantemente suspendida, repetidos incendios de conventos, iglesias y persecuciones religiosas; siete intensos movimientos de perturbación del orden público, una revolución comunista, el intento de separación de dos regiones y el asesinato, por orden del Gobierno, del jefe de la oposición. El balance no puede ser más desdichado. Si para otros puede constituir el régimen democrático, inorgánico y de partidos, una felicidad o al menos un sistema llevadero, ya se ve lo que para España constituyó y lo que ha representado a través de la Historia lo que hoy, sin derecho y con torpeza, se le ofrece».
(14-V-1946: Madrid. Cortes españolas).
«Si a los regímenes políticos hemos de juzgarlos por sus frutos y con la serenidad que nos dan los años transcurridos hacemos el balance, ya no de lo alcanzado, sino de lo que bajo el signo de la democracia liberal hemos perdido, llegamos a la conclusión que no podría concebirse un sistema más dañino para los intereses de la Patria».
(17-V-1955: Madrid. Cortes españolas).
«Cada día se acusa con mayor claridad en el mundo la ineficacia y el contrasentido de la democracia inorgánica formalista que engendra en sus mismas entrañas una permanente guerra fría dentro del propio país; que divide y enfrenta a los ciudadanos de una misma comunidad; que inevitablemente alimenta los gérmenes que más tarde o más temprano desencadena la lucha de clases; que escinde la unidad nacional al disgregar en facciones beligerantes unas partes de la nación contra otras; que mecánica y fatalmente provocan con ritmo periódico la colisión entre las organizaciones que se dicen cauces y mecanismos de representación pública; que en lugar de constituir un sistema de frenos morales y de auxiliares colaboradores del Gobierno alimentan la posibilidad de socavar impunemente el principio de autoridad y orden social».
(31-XII-1959: Mensaje de fin de año).
«Frente al comunismo no puede oponerse un estado aséptico y neutral, ni unos sistemas políticos que abran las puertas a la malicia organizada… Hoy no caben situaciones ambiguas, la batalla continúa por otros procedimientos, y lo que España se juega es muy importante para que podamos inhibirnos. Existe una consigna que el comunismo siembra y que tontos y malvados inconscientemente repiten: la neutralista o la de que «hay que despolitizar». Conocen como maestros, pues han dedicado profundos estudios a la materia que el hombre es eminentemente social y político, que si no se le llena el hueco que lleva en su conciencia con un ideal, con una doctrina sana y constructiva, es seguro que otros lo llenarán con otras doctrinas demoledoras».
(8-VII-1964: Madrid. Cortes españolas).
«Nada es ajeno a las intrigas y a la actividad de la acción comunista, así hemos podido comprobar a través de estos años su filtración progresiva en algunos órganos católicos que irradian desde fuera».
(8-VII-1964: Madrid. Cortes españolas).
El movimiento
«Yerran los que creen que España necesita importar nada de lo extranjero. Muchos siglos antes de que otras naciones naciesen a la civilización, España asombraba al mundo con sus instituciones políticas y los principios del Derecho internacional público que practicaba».
(17-VII-1945: Madrid. Consejo Nacional).
«El Movimiento Nacional es la unidad entre los hombres y las tierras de España para la empresa política de su resurgimiento y grandeza, representada por cuantos, inasequibles al desaliento, voluntariamente aceptan la disciplina de su servicio».
(24-X-1957: Audiencia al Consejo Provincial de Barcelona).
«Si la política de partidos llevó a España en un siglo a tres guerras civiles y al estado gravísimo de que la sacamos, es natural que busque sus soluciones políticas por otros cauces fuera de lo artificioso de los partidos, que nosotros hemos conducido por el camino tradicional de las organizaciones naturales de la familia, el municipio y el sindicato… Por otra parte, no es imperativo de la democracia que esta haya de practicarse a través de los partidos artificiales tipo siglo pasado. Lo que a unos pueblos puede irles bien, a otros, como nosotros, está demostrado nos será fatal. Suele en las grandes crisis políticas de las naciones acudirse al tópico de los gobiernos de unión nacional en los que se pretende unir temporalmente las cabezas, dejando divorciados los cuerpos. Y así sale ello. Nosotros somos más sinceros: unimos los cuerpos en lo que nos es común para poder marchar más lejos bajo una dirección y una cabeza».
(1-V-1959: Declaraciones al «Excelsior», de Méjico).
«Todos los españoles que poseen madurez política están llamados a la responsabilidad de las tareas de gobernar. Pero sería demasiado ingenuo -y la nación no lo toleraría- que alguien creyera factible poder romper en provecho propio de un grupo o de una bandería, la unidad nacional para erigirse en arrendatario del régimen».
(2-IV-1957: Declaraciones al diario «ABC»).
Revolución
«No queremos a España dominada por un solo grupo, sea este o el otro, ni los capitalistas ni el de los proletarios. España es para todos los españoles que la quieran y la sirvan en la disciplina política del Estado. Es de los que por su salvación cayeron aquí y allí, de las generaciones que forjaron su Historia y ganaron sus glorias. Porque es de todos estos, nadie puede llamarse a su exclusivo usufructo. Pecan y yerran por igual los que animan en torno de nuestra Cruzada ansias restauradoras de privilegios y abusos y aquellos otros que, sólo preocupados por el aplauso fácil quieren traer sonidos demagógicos».
(19-IV-1938: Zaragoza. Aniversario de la unificación).
«Nuestra política se asienta en principios morales, en principios patrióticos y en principios sociales y que en lo moral el amor, la templanza y la justicia están en pugna con el rencor y la arbitrariedad: que en lo patriótico el espíritu de sacrificio es incompatible con el egoísmo y la indisciplina, en lo social no significa el predominio de una clase sobre las demás, sino el equilibrio de todos entre sí, con subordinación a los altos intereses de la nación».
(18-VII-1942: Madrid).
«No nos bastarían estas realizaciones materiales si no tuviéramos un objetivo más alto. Toda nuestra política se basa en tres principios: aquel por el que estamos sobre la tierra, o sea el principio católico, lo moral, que eleva a los hombres y los hace hermanos y solidarios en todas las vicisitudes de la vida, y sobre lo que no he de extenderme porque está en el ánimo y en el ambiente de todos. Vosotros visteis cuando hizo crisis el espíritu católico nacional, cuando se abandonó el principio moral, en qué acabaron los hombres: lo mismo está ocurriendo en casi toda España, en aquellos pueblos invadidos por el comunismo.
El otro principio es el principio de Patria. No se siente más la necesidad de una Patria que cuando se carece de ella. La peregrinación por el mundo de esos patriotas polacos, húngaros y de otras nacionalidades a quienes vemos deambulando sin encontrar calor, sí que enseña el valor de una Patria perdida.
Y el último principio es el bien social, el bien general que toda política ha de tener por meta; por eso nuestra economía, vuestras actividades, han de ser esencialmente humanas. Carecería de objeto todo este resurgir patriótico si todos estos esfuerzos no fueran en beneficio de los humanos, si no valorizásemos a las clases españolas y las diéramos la independencia económica. Esta es la gran tarea sorda y callada de mi Gobierno: hacer los planes de la ordenación económico social de todas las provincias; que si la Naturaleza un día nos dio riqueza y malgastamos con manos harto pródigas, y hoy nuestras vidas son pobres, nuestras exportaciones han bajado enormemente y hemos de buscar nuevos veneros, tenemos que establecer un orden para que el bienestar general se pueda alcanzar».
(25-V-1947: Barcelona. Lonja de la Ciudad).
«Hay dos formas de hacer la revolución: una, la violenta de los irresponsables, desmontando hasta sus cimientos el sistema levantado a través de los años para sustituirlo por la quimera de un ideal teórico sin base económica en que poder asentarse; otra, es la de la verdad y las realidades, que reconociendo que un orden económico es obra de generaciones, que no se construye en un día ni puede improvisarse, se mueve en el campo de lo posible, y fomentando el progreso económico, amplía considerablemente los horizontes que la justicia social puede alcanzar. Hay dos maneras de engañar al pueblo: una, la del capitalismo que trata de ocultarle lo que verdaderamente se le debe y se puede hacer y otra, es la de deslumbrarle con lo que a todos gustaría, pero que es imposible lograr».
(17-V-1955: Madrid. Cortes españolas).
«Nosotros entendemos la política de otra manera; queremos curar a España de aquel asco político que los viejos sistemas la produjeron; la explotación la sustituimos nosotros por el servicio. La política la convertimos en un acto de servicio a España. No nos bastaba que una vez cada tres años hiciéramos una consulta al pueblo. Era necesario vivir la angustia de los pueblos, los anhelos de la Nación, llegar a la entraña de la misma para conocer sus imperiosos deseos, conocer la fatiga de nuestros hombres cuando se inclinan sobre el arado o luchan con la meteorología; había que descubrir las distintas realidades de la Nación y servir con soluciones sus propios anhelos. Y para ello hemos vuelto por los fueros de la verdadera democracia; no la inorgánica y falsa que por ahí fuera se lleva, sino la que se alienta e inspira en las ansias del pueblo».
(15-VI-1958: Castellón de la Plana).
«La política ha de ser entendida no como poder, sino como servicio, como misión, y ha de ser realizada y servida con entereza, sencillez y humildad. Porque quien gobierna ha de saber renunciar a la vanidad y ha de conducir el navío del bien común a buen puerto, buscando y preparando la adhesión y el asentimiento, aunque para ello tenga que frenar y tomar en determinadas coyunturas rumbos distintos a aquellos que, por falta de datos o desorientación, pudieran considerar .algunos como más convenientes. Es más cómodo situarse a favor de los instintos, como es sumamente fácil el gesto teatral de cara a la galería. Pero la política no es el carro de la farándula, la política no es teatro, sino la acción prudente sobre la compleja realidad de un pueblo con sus virtudes y sus pasiones. Siempre hemos confiado en la rectitud insobornable del hombre español, en la nobleza con que termina respondiendo ante la presencia de lo auténtico, en la sinceridad y gallardía con que reconoce la pureza de intención y los aciertos. Nunca se vio fallida esta confianza».
(31-XII-1958: Mensaje fin de año).
Fe, Patria, cultura
«La religión católica ha sido crisol de nuestra propia nacionalidad; en sus misterios y en sus dogmas se inspiraron en los siglos más gloriosos de nuestra Historia el talento especulativo de nuestros filósofos, el genio lírico y dramático de nuestros poetas, la emoción artística de nuestros grandes pintores, y esas obras simbólicas, incorporadas ya al pensamiento universal, que coronan las más altas serranías del genio español; todas ellas son esencialmente cristianas y católicas».
(24-Vl-1938: Burgos. En la presentación de las
cartas credencia/es del Nuncio de Su Santidad).
«No es un Estado caprichoso el que salió de nuestra Cruzada, sino un Estado católico, eminentemente social, constituido sobre la base de cuanto nos une, en el que todos los españoles son iguales ante la ley y tienen acceso a los puestos del Estado, que por considerar al hombre como portador de valores eternos ampara su libertad y lo dignifica.
El inspirar un sentido católico a todas las actividades del régimen es peculiaridad que nos caracteriza y que no permite que se nos confunda. Nuestras leyes y disposiciones están impregnadas del mismo espíritu católico que animó a España en las grandes empresas de su Historia, que proclama la generosidad sin límites de un pueblo que se funde con las razas que civiliza sin par en la historia de las colonizaciones. Este sentido católico que alumbra toda la vida española es la más sólida garantía para los gobernados contra la arbitrariedad o los excesos, siempre posibles, del poder».
(23-I-1945: Madrid. Clausura del tercer Congreso Sindical).
«Cuando España fue fiel a su fe y a su credo alcanzó las más grandes alturas de su Historia; en cambio, cuando, olvidando o negando su fe, se divorció del verdadero camino, España cosechó decadencia y desastres. Lo encontramos en todos los acontecimientos de su Historia: no se ha estudiado ni se ha escrito bastante todavía sobre el análisis y la filosofía de la Historia, buscando el paralelismo de la fe de España y de los gloriosos hechos de su pasado. El día que se haga se descubrirán los portentosos hechos al calor de los cuales nació nuestra grandeza, se fortaleció nuestra unidad y dimos días de gloria no solamente a España, sino al mejor servicio de la Iglesia y del mundo».
(12-VI-1952: Abadía de Montserrat de Barcelona).
«Desde los primeros días de nuestra contienda empezamos a construir nuestro edificio social inspirados en los principios de aquella encíclica papal de León XIII la «Rerum Novarum», plena de doctrina. Incluso fuimos más lejos de lo que en ella se establecía. Nos manda la Iglesia santificar las fiestas; nosotros creíamos desde el primer momento que no cabía plena santificación sin jornal, y así establecimos los salarios del domingo: que no cabía la conservación de la familia si no disponía de un hogar salubre. Y por eso empujamos la construcción de las viviendas; que no era posible la existencia de la familia numerosa si no se bendecía el hogar con el salario familiar. Y surgieron todas las disposiciones y todas las leyes que protegen a la familia. Y aun esto no nos bastaba: necesitamos la extensión de la cultura, que la cultura llegase a todos los lugares y a todos los rincones de la Patria, que no se perdiese ninguna inteligencia por falta de medios… Es decir, que cuando llegan a nosotros las voces de los pontífices en la magnífica encíclica «Mater et Magistra» de Juan XXIII, la recibimos con alborozo, porque veníamos caminando hacia ella desde hace veinte años. Y estos mismos días en las Cortes españolas fue aprobada una ley de gran trascendencia moral para los trabajadores españoles: la de coparticipación en los consejos de administración de las empresas, esto es, la elevación de nuestros obreros que conozcan los problemas de las empresas y se sientan solidarios con ella».
(17-VII-1962: Madrid. Gran San Blas).
«Nuestro Gobierno, acorde con los sentimientos católicos de la casi totalidad de todos los españoles ha mantenido invariablemente a lo largo de más de siete lustros su actitud de respeto y cooperación hacia la Iglesia, bridándole gustosamente facilidades y ayudas de todo orden para el cumplimiento de su sagrada misión. Todo cuanto hemos hecho y seguiremos haciendo en servicio de la Iglesia, lo hacemos de acuerdo con lo que nuestra conciencia cristiana nos dicta, sin buscar el aplauso, ni siquiera el agradecimiento.
Creemos que las relaciones entre Iglesia y Estado han de basarse en la independencia de ambas supremas potestades y en el reconocimiento de la esfera de autonomía propia del orden político».
(30-XII-1962: Mensaje de fin de año).
»Estos días en que visito las provincias y me detengo en las capitales españolas, atravieso sus campos y recorro sus pueblos, son para mí ocasión de íntima satisfacción al percibir en la alegría de sus moradores, en su entusiasmo, en las obras de su brazo y su inteligencia todo el esfuerzo que la nación desarrolla y que revela la verdadera realidad de nuestra Patria. Porque España no la de los cenáculos políticos ni la de las tertulias de los ociosos, ni la de las murmuraciones de cuatro politicastros o aspirantes a serlo; España es la laboriosa, la de los que crean y trabajan, la España que cree, que tiene fe, que no se conforma con la decadencia».
(14-VI-1958: Castellón de la Plana).
«Los españoles somos solidarios en el destino, no podemos hurtarnos a los dictados de la geografía y la Historia; a golpe de invasiones se forjó nuestra nacionalidad. Mucho antes que otros pueblos, España ya era nación, y al templarse nuestro carácter en la lucha fuimos fieros de nuestra independencia y proyectamos nuestra inteligencia por el mundo, hasta que la invasión de doctrinas extrañas acabó sumiéndonos en la decadencia. El secreto para anularnos o vencernos fue siempre el mismo; el dividirnos interiormente; así perdimos los mejores años en que el mundo se transformó, con un siglo de constantes luchas intestinas».
(17-VI-1962: Valencia. Inauguración de la Institución Sindical de Formación Profesional de San Vicente Ferrer).
«Nosotros no queremos que la enseñanza media sea solamente la base de la enseñanza universitaria, de las carreras o patrimonio de las capitales y de los señoritos; nosotros queremos que la enseñanza media, que es la que da el nivel medio de las naciones, sea de todos los españoles».
(30-XII-1946: Madrid. Congreso de Trabajadores).
«Hace cuarenta años la mitad de la población no recibía escolarización de ninguna clase. Hoy la Enseñanza Primaria, prolongada en varios años, llega a todas partes. Entonces sólo estudiaban en los pueblos media docena de chicos hijos de los ricos del lugar; hoy, un sistema moderno y diversificado de enseñanzas medias, apoyado en fondos de becas importantísimas, llega a todas partes, y ello en ambos sexos, constituyendo una auténtica revolución cultural en profundidad».
(17-XII-1967: Madrid. Cortes españolas).
«Ha sido trascendental el cambio operado en las líneas directrices de la educación española. La nueva ley de educación ha sentado las bases para la democratización de la enseñanza. Medida excepcionalmente renovadora que demuestra el espíritu social que inspira toda nuestra acción política. Ni un solo joven tendrá cerradas las puertas del estudio, no sólo en la enseñanza secundaria, sino en la superior, si reúne las condiciones y aptitudes necesarias para ello. España necesita de esa juventud laboriosa, capaz de lograr, mediante sus estudios y trabajo el engrandecimiento y dignificación de la Patria».
(30-XII-1970: Mensaje de fin de año).
«Nuestra nueva Universidad sabrá fundamentalmente enseñar, sin que esta sagrada tarea sea desviada por ningún otro propósito que le reste prestancia y eficacia. Este afán de devolver al «alma mater» el prestigio y plenitud de la función docente con todos los medios necesarios para concebirla como obra de vocación y apostolado, hubiera bastado para justificar una reforma universitaria. Pero nuestra universidad ambiciona mucho más. En la hora presente de España ha de exigírsele el altísimo deber de crear ciencia por virtud del esfuerzo investigador y ha de formar al profesional ensanchando así el marco estricto de la docencia».
(12-X-1943: Madrid. Inauguración Ciudad Universitaria).
«Porque nosotros no miramos a la Universidad como se la ha mirado en sus años de decadencia. Nosotros miramos a la Universidad como faro intelectual que proyecte la cultura a todos los lugares de España. Y nos enfrentamos con toda la responsabilidad de la formación de nuestros universitarios, y lo hacemos así porque creemos que las clases intelectuales y más destacadas son las que tienen que dirigir y encauzar a la gran masa española y llevarla por caminos firmes hacia el bien y hacia la grandeza».
(9-III-1954: Madrid. Inauguración del Colegio Mayor José Antonio).
«Es menester que además del conocimiento de la razón histórica de nuestras leyes y del adiestramiento de nuestras juventudes para el ejercicio profesional, se inculquen dos sentimientos fundamentales: el de respeto a la seguridad jurídica, es decir, a la Jerarquía ordenada de las normas de que habla nuestro fuero de los españoles, que todo español se sienta protegido por un orden jurídico firme y que este orden lo hagan cumplir seria y objetivamente los órganos de la administración de justicia. Que las garantías éticas de nuestro concepto católico de la vida se confirmen cada vez más en garantías jurídicas encarnadas en leyes elaboradas por las Cortes sin mengua de la eficacia que debe tener la actuación del Poder Ejecutivo para la resolución de los problemas nacionales».
(8-V-1964: Universidad de Salamanca).
Orden político y sistema institucional
«Los principios en que se inspira nuestra Revolución Nacional se basan en la noción de la «persona humana». Para nosotros, la integridad espiritual y la libertad del hombre son valores intangibles. Y he aquí lo que diferencia también nuestra doctrina de las doctrinas totalitarias que todo lo atribuyen al Estado.
Como decía José Antonio, y con ello expresaba el pensamiento de todos: «No se puede respetar la libertad humana más que considerando al hombre tal como nosotros lo consideramos, es decir, como depositario de valores eternos, como la envoltura carnal de un alma susceptible de salvarse o de perderse».
(18-VIII-1938: Declaraciones a «Candide»).
«Dios hizo al hombre libre y señor de las cosas. Y es la pérdida de esa libertad y señorío la que envenena los espíritus cuando se producen limitaciones y servidumbres de origen estrictamente humano, y principalmente cuando se producen limitaciones y servidumbres que pueden ser salvadas y que sirven de soporte para la prepotencia de unos pocos a costa de la miseria de los más».
(31-XII-1954: Madrid. Mensaje de fin de año).
«Este sistema institucional de principios doctrinales y de valores morales religiosos y culturales, que ha de ser respetado y servido con absoluta lealtad, con tenacidad inquebrantable de palabra y con la obra de cada día, delimita las dimensiones exactas del campo dentro del cual el juego de la libertad personal, rectamente entendida, es lícito y provechoso para España, que es a la que nos debemos todos, legisladores, gobernantes y gobernados».
(18-V-1958: Madrid. Cortes españolas).
«Yo proclamo aquí que nosotros amamos la libertad más que la pueda amar otro pueblo. Lo hemos demostrado a través de la Historia. Pero queremos una libertad dentro de un orden, de una seguridad social, porque en el desorden naufragan todas las libertades».
(10-III-1962: Segundo Congreso Nacional Sindical).
«No necesito recordaros los esfuerzos del Régimen para hacer al hombre libre. No bastan para ello las simples declaraciones formales de libertad. Un hombre no es libre cuando no tiene cubiertas sus necesidades más elementales: de casa, de amparo en la enfermedad, de lo necesario para la vida.
Cuando no tiene asegurado y previsto su futuro, cuando está sumido en la ignorancia o cuando es objeto de explotación por hombres o empresas, ¿qué importa que se le concedan derechos que quedan sólo en el papel y que no puede ejercitar? Para nosotros, hombre libre es aquel que posee un salario suficiente, un empleo estable, una seguridad social que le cubra todos los riesgos, una cultura media y un nivel de vida que le permita participar en los bienes de la civilización moderna.
Una nación pobre necesita del progreso económico para poder atender a cubrir esas mínimas necesidades. A lo más que puede llegar es a la distribución más justa de la renta; pero aun suponiendo que llegase al ideal de una perfecta igualdad, estaría en la modesta cifra, tan repetida hoy, de una reducida renta por cabeza. He aquí como una revolución social no consiste en destruir, sino multiplicar los bienes».
(4-VII-1966: Acto de afirmación sindical. Barcelona).
«El Estado no viene a mandar, viene a recoger las ansias del pueblo para convertirlas en leyes directrices para la Patria. Por eso la familia, el Ayuntamiento y el Sindicato han de constituir los cauces por donde ha de recibir el Poder público las inspiraciones populares, y por donde toda la nación ha de recibir las consignas y las inspiraciones del Estado. Si no reforzamos estos tres órganos: Familia, Municipio y Sindicato, no cabe duda que la gobernación del Estado carecería de contenido de ese intercambio de ideas, de esa fuente de iniciativa que asciende hacia el mando y dan medios para que las decisiones del Estado lleguen a los últimos rincones de la nación, haciendo efectiva nuestra Revolución Nacional».
(19-VIII-1944: Sada. La Coruña).
Autor
-
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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