De mis “Memorias”
YO VOTÉ NO
A LA CONSTITUCIÓN DEL 78
Y Gonzalo Fernández de la Mora
Y Torcuato Fernández Miranda
Y Sabino Fernández Campo
Y 10.931.102 millones no la refrendaron
Un día le preguntaron a «Azorín» qué diferencia había entre un joven y un viejo y el Maestro respondió lacónicamente, como era su estilo: «El joven, sueña; el viejo, recuerda»… y eso está pasando a quien esto escribe. Mis sueños de joven ya sólo son, a mis 84 años, recuerdos, archivos, vivencias, hemerotecas y “Memorias”. Tal vez por eso ahora que tanto se está hablando del Referéndum de Cataluña se me ha venido a la cabeza lo que viví en primera fila (yo era Director de «El Imparcial») aquellos días en torno al 6 de diciembre de 1978.
Primero las cifras reales que salieron de las urnas. Aquella jornada tenían derecho a voto 26.632.180 personas y el resultado fue el que fue:
Votaron – 17.873.271
Abstención – 8.758.909
«Sí» – 15.706.078
«No» – 1.400.505
Blanco – 637.902
Nulos – 133.786
O sea, que refrendaron la Constitución 15.706.078 y no la refrendaron 10.931.102. Luego, no fue la Constitución de todos los españoles, porque en aquella ocasión la abstención fue activa y no pasiva, ya que bastantes partidos hicieron campaña por la abstención. (Naturalmente el Gobierno de Suárez silenció este dato y así pasó a la Historia como «una victoria del «Sí» aplastante). Otra curiosidad fueron los resultados en las Autonomías que ahora reclaman ya la Independencia a través de la Autodeterminación. En Cataluña se refrendó por tan solo 1.005.567 a favor. En el País Vasco no se refrendó por 594.337 votos en contra y en Galicia no se refrendó por 223.119.
En segundo lugar, reproduzco de mis “memorias” las importantes voces que no refrendaron la Constitución. Y cito a tres personajes políticos de aquel momento: Gonzalo Fernández de la Mora, Torcuato Fernández Miranda y Sabino Fernández Campo. El primero justificó así su «No» en «El Imparcial» días antes del Referéndum:
Fernández de la Mora
«La razón fundamental de mi «no» es que la Constitución consagra, por primera vez en nuestra historia jurídica, el principio de que España es un conjunto de «nacionalidades», o sea, de naciones diferentes. Esto es extraordinariamente grave porque la doctrina y la experiencia demuestran que cuando un grupo afirma que es una nación, es que aspira a transformarse en un Estado independiente. Si esto no fuera así, no se habría insistido tan desesperadamente en el término «nacionalidades», y se habría proclamado, simplemente, que nuestra patria se compone de diferentes regiones autónomas, pero que forman parte de esa nación única que es España… La Constitución, al reconocer solemnemente la existencia de varias nacionalidades o naciones, nos arrastra hacia los separatismos… No se puede negar la evidencia de que el proceso de desintegración de España se ha reiniciado, y la Constitución no lo frena, sino que lo acelera».
Fernández Miranda
Por su parte Torcuato Fernández Miranda, el verdadero cerebro de la Transición, me respondió así poco después de ser aprobada la Constitución:
«¿Que qué va a pasar aquí? Lo de siempre: que España caerá otra vez en los separatismos (y con las “nacionalidades” aprobadas llegarán, seguro, las independencias de Cataluña y el País Vasco), en la corrupción generalizada (el caso Lerroux y el estraperlo serán cosa de risa por lo que ya estamos viendo y oliendo en esta Transición) y en la anarquía política barriobajera…La Ley Electoral conducirá a un caos parlamentario y volveremos a Gobiernos de cuatro meses… Ortega tenía razón: no es esto, no es esto… ¡Delenda est Monarchia!… La Monarquía se ha suicidado con esta Constitución. Jamás debió aceptar el Rey quedar sólo de árbitro. Un jefe de Estado no puede ser una figura decorativa. Fíjate ni siquiera la República cayó en eso. Alcalá Zamora y Azaña tenían, al menos, el poder de designar al Presidente del Gobierno y el de cerrar Las Cortes y convocar elecciones generales. El Rey tuvo que “reservarse” esos derechos y, por su- puesto, el veto a la participación de España en guerras exteriores. Ni tampoco debió aceptar que el Tribunal Constitucional cayera en manos de los políticos. ¡Ah, Dios, hemos vuelto a perder otra ocasión histórica! ¡No tenemos arreglo ni visión de futuro! ¡Pobre España!»
Bueno, para algo nos tiene que servir la Ley de Memoria Histórica. Ya lo dijo alguien: quien olvida su pasado está abocado a repetirlo.
Fernández Campo
-Hola Sabino ¿ cómo estás?
-¿Y tú, cómo estás?
-Preocupado, Sabino, muy preocupado.
-¿Y eso?
-La Constitución. ¿Sabes que el texto está ya en el Senado y que se incluye eso de las «nacionalidades», tan peligroso para el Rey, la Monarquía y España?
-Sí, a mí también me preocupó cuando lo leí y me sigue preocupando.
-Mira, he hablado dos veces con Suárez, y hasta casi le he rogado que lo suprima… y me ha dado a entender, ayer mismo, que el Rey lo aprueba ¿es eso verdad?
-Vamos a ver, Torcuato, tú conoces al Rey mejor que yo y sabes muy bien cómo es. El Rey no dice nunca que sí ni que no tajantemente, casi siempre se limita a decir «tú haz lo que creas que debes hacer, siempre que sea en bien de España». No está de acuerdo ni en contra, deja hacer a Suárez. Pues yo, Señor –le dice—votaré NO.
Y Julio Merino
¿Por qué he votado negativamente el proyecto de Constitución en el Congreso y recomiendo esa actitud a mis compatriotas? No por las numerosas deficiencias opinables del texto, sino por discrepancias esenciales, como la definición de la familia, las limitaciones a la libertad de enseñanza y la ambigüedad de un modelo económico que puede desembocar en una economía marxista. Pero la razón fundamental de mi «no» es que la Constitución consagra, por primera vez en nuestra historia jurídica, el principio de que España es un conjunto de «nacionalidades», o sea, de naciones diferentes. Esto es extraordinariamente grave porque la doctrina y la experiencia demuestran que cuando un grupo afirma que es una nación, es que aspira a transformarse en un Estado independiente. Si esto no fuera así, no se habría insistido tan desesperadamente en el término «nacionalidades», y se habría proclamado, simplemente, que nuestra patria se compone de diferentes regiones autónomas, pero que forman parte de esa nación única que es España.
La Constitución, al reconocer solemnemente la existencia de varias nacionalidades o naciones, nos arrastra hacia los separatismos. Esos separatismos, que se manifestaron trágicamente en el pasado, están cada día más a la vista y, en algunas provincias, ya han desencadenado un clima de odios y de guerra civil. No se puede negar la evidencia de que el proceso de desintegración de España se ha reiniciado, y la Constitución no lo frena, sino que lo acelera. Estimular la disolución de la conciencia de patria y de la unidad nacional es algo que se podrá intentar, pero sin mi voto y sin que mi voz, por modesta que sea, arrastre un solo «sí» más o menos ingenuo.
Ni la familia, ni la enseñanza, ni la libertad empresarial, ni mucho menos todavía la unidad nacional, son cuestiones secundarias que puedan ser despechadas con un simple «pero». Son los puntos que han sido más discutidos, y son tan esenciales y graves que descartan rotundamente el voto afirmativo. Yo voté en contra de la Constitución. Yo voté en contra de las “nacionalidades”. Yo voté en contra de las ratas.
Julio Merino
De mis “Memorias”
Autor
-
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Mi querido amigo compañero articulista Don Julio:
¡Qué cosas tienes!
¿Cómo un hombre como tú, católico, inteligente, leal, honrado, con la mente clara y patriota, puede votar a esa basura del Panfleto del 78, que solo se hizo para destruir a la Patria y dar de comer a los más diabólicos enemigos de España?
Tu bien sabes, que ese folletín, puso la piedra, para destruir la religión católica y la Patria.
Lo extraño de todo esto, es que las cabezas cuadradas, que se consideran muy patriotas, siempre están con la historia de que hay que cumplir la Constitución, como si ese panfleto fuera la panacea, cuando es el folletín que destruye la Unidad de la Patria, imponiendo una dictadura con una vil Partitocracia.
Respecto a la distribución de los votos sobre “El Panfleto” y que dejas muy claro con tus números, yo estoy seguro, que si solo hubieran votado el 10% favorables, a esa Carta “Maligna”, hubiera seguido adelante, porque un monarca perjuro y traidor y sus seguidores trepadores, no hubieran permitido lo contrario
Un fuerte abrazo, amigo, compañero y gran escritor
Miguel Sánchez
Caballero Legionario