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Y ya puestos a aclarar todo lo que se refiere al histórico «23-F», incluyendo sus numerosas incógnitas, incongruencias y certezas ocultas, hoy me van a permitir que les hable y les cuente la verdad que se esconde tras los tiros de los hombres del Teniente Coronel Tejero aquella tarde en el Congreso y que dejaron sus huellas en los artísticos techos del Palacio ( al que antiguamente se le llamaba el «Templo de la Palabras» y hoy no es más que un «guirigay» de folios escritos por «negros asesores millonarios»)… Unas huellas que han llegado a ser más solicitadas por los turistas que el mismísimo escaño desde el que el socialista Indalecio Prieto sacó la pistola para responderle a otro diputado que se había metido con él y que los enanos diputados de hoy señalan con verdadero entusiasmo como prueba irrefutable de la acción criminal de la Guardia Civil y el asesino que quiso cargarse la Inmaculada y virginal Democracia.
Pues bien, resulta que esos tiros fueron los que salvaron la Democracia y los que pararon el «Golpe» que habían ideado S.M. el Rey Don Juan Carlos, el general Armada y el socialista Enrique Múgica (con el respaldo del PSOE)…
¿Y eso? se preguntarán los ignorantes de buena fé y los «muchos trepas y tránsfugas» de aquella noche, de hoy, de mañana y de siempre… porque ya saben que España es el nido de camaleones más grande del mundo y que hasta el Rey se cambia de chaqueta según sopla el viento (como demostró con su discurso del 3 de octubre que ya oculta tanto más que a su padre).
Pues, muy sencillo (y si no han leído la historia completa que publiqué hace unos días en este perseguido «Correo de España») porque la condición que el Rey Don Juan Carlos le puso al general Armada para aceptarle la entrada en el Congreso la tarde del 23 (y se la contó con detalles a Don Sabino, como pude ver escrito en sus «Recuerdos», y a Múgica, como según mis fuentes, figuraba en el oculto o desaparecido total «Informe Confidencial» que le pasó a Don Felipe González antes DE «aquello»)
«Vale, Alfonso —le dice el Rey al general Armada durante la audiencia decisiva del 13 de febrero del 81 en la Zarzuela– te acepto lo de Tejero…pero, con una condición sine qua non: que no haya tiros ni violencia… y te aseguro que si entra con violencias y tiros rápidamente me pondré en contra, totalmente en contra. A PESAR DE ELLO, SUERTE Y AL TORO».
Lo que, ciertamente, sucedió. Porque — y esto lo tenía escrito Don Sabino– según le comentó el Señor Secretario de la Casa Real al general Armada la tarde de las «Confidencias» mutuas en el Hospital— «el Rey cambió de color y se puso pálido en cuanto oyó los disparos del Congreso…y hasta dio un puñetazo en la mesa y dijo, casi gritando: ¡¡¡ NÓÓÓÓ… ASÍ NÓ !!!… y acabó ya desconcentrado, nervioso y acobardado cuando su Padre, Don Juan, y el Presidente Giscard le llamaron asombrados censurando los tiros y las violencias que habían visto por la televisión”
O sea, que fueron los tiros de los hombres de Tejero los que hicieron que el Rey cambiase y se pusiera enfrente… Luego, y esta es la segunda, que los demócratas de toda la vida y las izquierdas de todos los siglos, le deben al perseguido, encarcelado, puteado Teniente Coronel de la Guardia Civil… aunque él los diera o los mandara dar, precisamente, para controlar la situación con el mínimo riesgo y no para hacer cambiar al Rey de posición..
La otra, como ya es público y notorio, fue cargarse el Gobierno Armada, porque si Don Antonio no rechaza la lista que el general-secretario monárquico llevaba consensuada con el PSOE, el PCE y los tránsfugas de la UCD se retira y le deja paso al «Elefante Blanco» (y ya sin dudas) porque ¿qué habría pasado? Pues, habría pasado que la Democracia habría sido desvirgada para los restos , y, seguramente, el expulsado Teniente Coronel hoy sería un Excmo. General jubilado y en la reserva con una pensión digna de un chalet de lujo en Galapagar, y probablemente con una estatua de bronce pagada por los diputados y colocada entre los leones de las glorias pasadas.
(«¿Pero, usted cree mi general, cree que yo he venido aquí y he dado este paso para permitir que se forme un Gobierno con socialistas, comunistas y nacionalistas independentistas que lo único que harían sería cargarse a España?…Por favor, retírese»)
¡¡ Ay, qué pocos españoles saben ya, hoy, lo que es el HONOR !!
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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