22/11/2024 03:35
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1. Franco tuvo un centenar –escaso- de ministros, durante sus casi cuarenta años de gobierno de España.

Eran ministros nombrados a dedo, como lo son todos los ministros, por cierto, pero como el jefe del estado no tenía que someterse a elecciones periódicas como ahora, ni dependía de la opinión pública, elegía a los mejores, y la prueba es que eran personalidades sobresalientes en sus respectivos campos profesionales, y que hicieron mucho bien a España, haciendo que la sociedad progresaba bastante.

Un buen amigo mío, don Ángel Bayod Monterde, por desgracia ya fallecido, escribió un libro sobre “Franco visto por sus ministros”, publicado por editorial Planeta, y que tuvo un gran éxito editorial.

Con la llegada al poder de Adolfo Suárez, tras traicionar a todos los que le habían apoyado, se creó un gobierno, y otros sucesivos, que la prensa calificó como “un gobierno de PNNs”, es decir de profesores no numerarios de universidad.

Gente con una reducida formación, posiblemente por su edad, y menos todavía experiencia de la vida, pero que se fueron curtiendo con el paso del tiempo.

Y algunos incluso degeneraron, convirtiéndose en casta política, esa de la que andamos tan sobrados en España.

Pero, en términos generales, hicieron su papel, promulgando la Constitución, intentando un difícil equilibrio entre un régimen personalista y otro democrático, estableciendo una ley de amnistía, para intentar borrar episodios amargos del pasado, y hacer que toda la sociedad mirara hacia el futuro con esperanza…

Con la llegada al poder “de la PSOE”, es decir, esa máquina de ganar elecciones, enchufar a personas en las administraciones públicas y cobrar comisiones, empezaron a llegar a los ministerios personas que habían acreditado sobradamente su incompetencia e inutilidad en la vida, politicastros profesionales, de baja estofa, y conocimientos todavía más reducidos, cuando no inexistentes.

Ello generó un auténtico caudillismo, en dónde la palabra de “Dios”, es decir Felipe González, iba a misa, y como decía Alfonso Guerra, su número dos, “el que se mueve, no sale en la foto”.

Luego vino Rajoy, y fue peor el remedio que la enfermedad.

Es verdad que se rodeó de tecnócratas, y en líneas generales, buenos ministros, algunas pertenecientes a cuerpos de élite del Estado, pero que luego ni se hablaban entre ellas, trepas opusinos, de esos que colocan los intereses de la Obra por encima del bien común, y bastantes chorizos, chorizos al por mayor, por supuesto, que entraron en las arcas del gobierno como un elefante en una cacharrería, mangando todo lo que pudieron y obligando a sus votantes, entre los que me encontraba, a votar tapándonos la nariz, ante el hedor que su actuación provocaba.

Zapatero fue –y es- una verdadera desgracia para España, y fue el primero que consideró como “mérito” para ser ministra ser una pedorra con ínfulas, analfabetas funcionales y tontas de toda tontitud.

Eligió” a una señora como ministra de defensa, nada menos, ¡por ser mujer y estar preñada!

Por desgracia, todo es susceptible de empeorar, y por ello me atrevo a calificar al gobierno actual –y lo de gobierno es un decir-, como un gobierno de peleles.

Si acudimos al diccionario de la real academia de la lengua española, acepción tercera, un pelele es una “persona simple o inútil”.

Bueno, en realidad una buena parte de los miembros –y miembras, como diría la estúpida Bibiana Aido- del gobierno reúnen ambas características, es decir, son simples, y además inútiles.

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Son los mismos que nos han metido en la actual situación de España…, y que “aspiran” a salvarnos.

Por favor, renuncien a salvarme, que ya me las apañaré como pueda, y creo que lo mismo pensamos la mayoría de los compatriotas.

¡Ustedes son el peor coronavirus que asola a nuestra Patria, y encima son letales, pues todo lo que tocan, lo destruyen!

¡Vade retro, Satanás!

Autor

Ramiro Grau Morancho